Jean Gebser y la evolución de las visiones del mundo

Gebser vislumbró que la conciencia había discurrido a través de cuatro etapas o “estructuras” previas, logrando, en cada una de ellas, una separación mayor respecto de una fuente atemporal, inmaterial, espiritual, que se puede denominar “Origen”.

 

Existe una similitud entre el concepto de “origen” de Gebser y el “orden implicado” del físico D. Bohm, por poner un simple ejemplo, que puede ser útil para la comprensión de la propuesta gebseriana. Según Bohm, el “orden implicado” sería también una unidad atemporal, de la cual emergería nuestro universo actual, definido por el espacio-tiempo. El Origen del Todo y que nunca dejó de estar en todo, estando siempre presente en cada cosa o ser aparentemente separados.

 

Para Gebser, la conciencia del ser humano, y su percepción de la realidad, están permanentemente en transición, hasta el extremo de que podemos intuir una nueva etapa, descubriendo signos de una nueva conciencia en prácticamente todos los aspectos de la cultura occidental. Conjuntando las evidencias históricas de la filosofía, religión, física, biología, psicología, música, arquitectura y arte, Gebser identifica los cinco estadios evolutivos (estructuras o mutaciones) de la conciencia: la estructura arcaica, es decir la original, la mágica, la mítica, la racional y la que apunta en el próximo futuro: la integral. Esta última estructura integral, constituiría una visión “holística” de la conciencia, que integra a todas las anteriores, con el fin de afrontar, de una forma integral, la totalidad y complejidad de la experiencia humana, y que sería el resultado del mundo global en el que ya estamos inmersos.

 

En este contexto, la primera estructura de conciencia que se revela, es la “arcaica”. Fundamentalmente, no se diferencia demasiado del origen. En palabras de Gebser sería un “cero-dimensional”. Aquí la conciencia se identifica con el mundo.

 

La siguiente estructura en aparecer es la “mágica” y no difiere demasiado de la arcaica, pero la separación desde el origen se ha incrementado. En esta etapa, nuestros ancestros vivían en una especie de conciencia de grupo o tribu, que estaba fuertemente ligada a la Naturaleza. Durante esta etapa, Gebser habla de un “entramado vegetativo de todas las cosas vivientes”, que vincula a los conceptos de Jung de “sincronía” o “coincidencia significativa”.

 

Un detalle fundamental, y que no debe olvidarse, es que Gebser deja claro que todas las estructuras de conciencia previas, están aún presentes en la conciencia de hoy. Por tanto, la estructura mágica está en funcionamiento en todas las experiencias de “conciencia grupal”.

 

De la estructura mágica, aparece la “mítica”. En este punto, la conciencia logra una diferenciación mayor, caracterizada por la polaridad. Aparece, por primera vez, el espacio y el tiempo, el cielo y la tierra, el macho y la hembra, el “yin” y el “yang”, así como otras oposiciones binarias que constituyen nuestra experiencia, donde el “alma” (un espacio interior) contrasta con el espacio exterior (el cuerpo y el medio ambiente). Gebser asocia esta estructura con el mito de Narciso, el joven que se enamora de su propio reflejo. En esta estructura, el alma primero se ve reflejada así misma en el mundo exterior, siendo el modo dominante de experiencia el “sentir”, que es expresado a través de antiguos mitos.

 

La estructura “racional mental”, es la siguiente en llegar. Sin duda, un tema interesante es saber exactamente cuando surgieron las diferentes “estructuras”, pero, en general, Gebser es poco preciso en ese aspecto, aunque, para la estructura racional mental, él propone el año 1225 AC, importante por sus connotaciones bíblicas y para las civilizaciones coetáneas del Oriente Próximo. Las estructuras anteriores, la arcaica y la mágica, datan de mucho antes, desde los comienzos del pre-Homo sapiens. En cambio la mítica emerge cuando las primeras civilizaciones surgieron después de la última glaciación.

 

En las ideas de Gebser, el concepto de tiempo es fundamental. En la estructura arcaica y mágica, el tiempo no tiene el significado que adoptamos en la actualidad. Se trataría de una especie de “ahora” intermitente, entremezclado con largos períodos de inconciencia de este. Para la mítica, ya existe un tiempo cíclico, que se asocia con la reincidencia de las estaciones y el perpetuo circular de las estrellas. Con la estructura racional mental, aparece el tiempo como una “línea recta” (desde el pasado hacia el futuro), y con ella una conciencia profunda de la muerte.

 

Así pues, en función del tipo de conciencia, la concepción del tiempo puede ser confusa, o cíclica (por ejemplo las estaciones que se repiten en períodos anuales), o lineal, es decir el transcurrir y la acumulación de las unidades de medida del tiempo desarrolladas por los humanos. El ser humano es consciente del tiempo, y puede prever situaciones de futuro, en cambio entendemos que en los animales no sucede del mismo modo. Los humanos, siempre hemos querido medir el tiempo y hemos evolucionado mucho. Y en la actualidad, podemos estimarlo con gran precisión, como vemos habitualmente en las carreras de atletismo, de natación o de Fórmula 1.

 

Por otro lado, Gebser argumenta que antes de la aparición de una nueva estructura, la anterior entra en un modo “deficiente”, caracterizado por su colapso. Así, lo que antes había sido un “mérito” y una ventaja, ahora se transforma en un “déficit” y una desventaja. Según Gebser, la estructura racional mental entró en su modo “deficiente” en 1336 DC. Sorprende su precisa elección respecto a dicho año, en el que tuvo lugar la fundación del Imperio Vijayanagara, en la India, o el inicio del periodo Muromachi, en Japón. En Europa, en esa época, surge la perspectiva y el cambio desde la visión “bidimensional” del mundo común de la Edad Media (por ejemplo los retablos o los tapices de la época), a una precisa conciencia de la tridimensionalidad, como se puede apreciar en las pinturas correspondientes al inicio del Renacimiento. Gebser cree que, en este punto, la conciencia logra su completa “liberación” respecto al origen. El modo “deficiente” de la estructura racional mental, logró su más radical extremo en el siglo XIX, con el triunfo del paradigma reduccionista-racional. Él creía que el siglo XX estaba en un proceso de deconstrucción de sí mismo. Para Gebser, la evidencia más clara de ello es que, durante el siglo XX hubo un profundo cambio en nuestra manera de sentir y percibir el tiempo. Volveremos a tratar sobre esa nueva percepción del tiempo después de presentaros la siguiente etapa.

 

Veamos como define Gebser la nueva estructura de conciencia “integral”. Como su nombre indica, integraría las otras cuatro anteriores; una nueva conciencia se superpone a las preexistentes. Para Gebser la conciencia “integral” viene caracterizada por una visión “aperspectivista”, que trasciende a la “perspectiva”, pues se mira al mundo no desde un punto de vista o perspectiva singular o individual, sino sintiéndose como parte del mismo en toda su complejidad. La visión aperspectivista intenta agregar (en lo posible) todas las perspectivas.

 

Continuando con los avances que produjo esta nueva visión integral, así como la filosofía reemplazó, en cierto sentido, al mito, ésta debería ser complementada por lo que Gebser llamo eteología (palabra tomada del griego “eteos”, que significa lo real o verdadero). Gebser utiliza esta palabra, al comparar la experiencia mística o meditativa, libre de la discriminación egoica, con la dialéctica filosófica. Se acepta, con plena sinceridad, que puede haber muchas respuestas a una misma pregunta, y que cada individuo tiene el potencial de descubrir las propias. La VERDAD no es más que un punto de vista. La realidad no es esta u otra perspectiva, sino todas ellas (ojo, que no dice que no hay verdad). Por ello, la percepción integral es a-perspectivista.

 

Continuando con las características relevantes de las personas que ya se encuentran en la estructura integral de la conciencia, por ejemplo, es que, aunque siguen distinguiendo las diferencias que dan singularidad a cada una de las partes que comprende la realidad, dejan de verse como fragmentos aislados; se comprende que las fronteras entre ellas, también tienen la facultad de unificarse. Encontrar aquello, a través de lo cual algo queda re-ligado con lo otro, significa experimentar una sensación de comunión con la “Totalidad” (holismo). “No sólo la parte está en el todo, sino también el todo en tanto todo está dentro de la parte”. El orígen no se ha ausentado de estar en cada parte. Tiene lugar el reconocimiento de las totalidades más allá de las partes. Logramos integrarnos con todo lo circundante y, por breves instantes, se diluye la sensación de separación entre uno y la otredad. La reiteración de este tipo de experiencias, produce una profunda transformación en las personas. Se supera el dualismo sujeto-objeto, manifestado en el estadio racional. Al reconciliarse falsos opuestos, se crean compromisos, más que oposiciones entre las partes.

 

Este estadio integral, según Gebser, profundiza la necesidad de búsqueda del Ser oculto en cada uno, mediante la introspección. Los individuos se adueñan de sus mentes, como también de sus cuerpos. Ambos, unidos en la práctica de la experiencia integrativa, generan conductas cada vez más saludables y armónicas. La armonización de lo interno con lo externo (mente-cuerpo), y también, dando lugar a un estado óptimo de cooperación mutua entre las personas y, entre éstas y el medio ambiente. Se comprende no sólo que cada uno depende del otro, sino que cada uno es el otro, en un sentido más profundo y trascendente de captar la realidad. Así, declina la tensión entre el “yo” y lo otro. La cooperación, emerge como actitud natural y saludable. Un ego “sano” ofrece un claro sentido de quien se es y qué rol se cumple en el mundo. El "ego" es el "yo" (no es malo en sí), y puede evolucionar, mas no desaparecer por completo mientras vivamos y mantengamos la salud de las facultades mentales.

 

Otra característica es que el conocimiento se supone arracional, pues no está dominado por la razón, y deja participar los sentimientos, las intuiciones y los instintos, con el pensamiento lógico, en un proceso que trasciende lo conceptual, sin eludir lo racional.

 

Las interconexiones, relaciones, los flujos y procesos, son percibidos como un orden emergente, superior en cualidad organizativa a las estructuras materiales y rígidas. Al incorporarse la dimensión cualitativa en la percepción del tiempo, se comprende a las estructuras como constructos impermanentes, es decir, que son narraciones elaboradas artificialmente, para comprender la realidad (lo cual es una necesidad en el ser humano y no es malo en sí). La tendencia creciente es a dejar fluir, más que a acumular. Se asimila una desenvoltura capaz de tratar con las fuerzas del amor, las que surgen de las profundidades de nuestro inconsciente vinculado con el espíritu. Se entiende que el amor es una verdadera energía espiritual. “Amar al prójimo como a sí”, no es más que una respuesta basada en la profunda comprensión y penetración en la realidad de todo lo que esta naciendo, creciendo, desarrollándose, desplegándose, cambiando y muriendo; en los demás, en uno mismo, en el todo.

 

La descripción de Gebser difiere de la posmodernidad, en tanto que rechaza el escepticismo radical que lo define, rechaza su carácter definitivamente auto-centrado y el consecuente hedonismo que lo caracteriza. El movimiento postmoderno, no es el emergente de esta nueva conciencia, sino otro indicio más de la ruptura del orden racionalista.

 

El racionalismo, en tanto enajenado, acaba por alienarse con el conocimiento puramente instrumental y con el progreso, la riqueza, el poder y la codicia; la espiritualidad representa el contrapunto, pues se centra en el ideal de humanidad que busca la justicia, la plenitud, la alegría vital, la compasión y el amor. No podemos prescindir de la razón, pero tampoco desconocer nuestros impulsos espirituales.

 

Muchas tradiciones místicas (especialmente las que llegan de oriente), aseveran que vivir profundamente el “eterno” presente, da lugar a una revolución que transforma la propia experiencia de la vida. Gebser entendió esto, no explorando intelectualmente estas tradiciones místicas, sino a través de su propia penetración en la experiencia; y como diría Ken Wilber, experiencia que no está vedada a nadie,  siempre que se tenga la voluntad de emprender una disciplina contemplativa o meditativa, y la paciencia y la apertura para percibirla.

 

Como buen lector de los trabajos de Einstein, para Gebser, como ya se ha cometado, era importante el cambio de interpretación del concepto del tiempo. En el siglo XX, con la emergencia de una nueva conciencia colectiva, una de sus manifestaciones es la globalización, en el sentido de que todos los seres humanos del planeta, pasan a relacionarse entre sí. Su inicio, podríamos situarlo en el colonialismo-imperialismo. Las grandes potencias se reparten el mundo y elaboran unos sistemas de control de sus imperios. Las estructuras se solapan unas con otras, conviven unas con otras. Y, al final de la estructura racional, ya en el siglo XX, si la Primera Gran Guerra horrorizó con la nueva tecnología bélica y su extensión, la Segunda Guerra Mundial la superó con creces. Al final de ella y durante los años de la Guerra Fría, el ser humano es consciente de su poder de autodestrucción, pues la bomba atómica es capaz de aniquilar todo vestigio de vida humana en nuestro planeta. Este punto, es también importante para la nueva estructura de consciencia que ha de venir (la integral). Los humanos estamos todos interrelacionados y podemos sucumbir todos. Este poder de destrucción viene de la física, pero sus avances y mejoras suscitaron un gran interés para Gebser. Advirtamos como la televisión e Internet, por ejemplo, han sido determinantes en como se ha alterado nuestra forma de percibir tanto el espacio como el tiempo. El flujo de información, hoy día, es imparable y las personas pueden conectarse de forma casi instantánea a grandes distancias.

 

En la evolución de las visiones del mundo que describe Gebser, es imprescindible reconocer la importancia del componente ambiental: situación familiar, entorno cultural, aprendizaje, etc. Y la evolución cultural y social actualmente se ha acelerado mucho. Pensemos que una información o conocimiento que se produce en una localidad del mundo, es captada casi de manera instantánea en todo nuestro planeta.

 

En la nueva visión del mundo integral, las relaciones entre todos los seres vivos y el ambiente físico, son muy estrechas y delicadas. Entre finales del siglo XX y principios del XXI, el ser humano es, como he dicho antes, consciente de que puede destruir el planeta y a sí mismo, mediante sus acciones, y todo lo que ocurre en un punto del planeta, es conocido y tiene repercusiones al poco tiempo, para todas las personas de este mundo. Por tanto, la conciencia que ha de llegar (o ya llegó para algunos), la integral, contendrá los siguientes elementos: los humanos están todos estrechamente vinculados e interrelacionados; tienen el poder (y lo saben) para su autodestrucción; la vida en la Tierra es delicada y los recursos limitados (por el incremento de la población y la sobre explotación de los recursos).

 

La superación de estos riesgos, nos puede llegar a través de una mueva consciencia, que nos permita autorregularnos en nuestros excesos ecológicos y nos haga sostenibles, pero también, a través del dominio del espacio-tiempo, con la inmediatez de Internet, los vuelos low-cost, etc. El ser humano guarda en libros, libretas, pinturas, registros de cine, fotografías, ficheros de ordenador, páginas WEB, etc., muchísima información. Antiguamente esta información estaba restringida a unos pocos elegidos, como los monjes o algunos nobles de la Edad Media, pero ahora es accesible a una gran parte de la población mundial. Es decir, la información es global e integral.

 

Aquí cabe recordar, para darnos cuenta de las nuevas ideas que se estaban gestando entre los intelectuales europeos, las palabras de Ken Wilber comentando un texto de Whitehead, de los años '20, es decir, bastante antes de la obra de Gebser y que posiblemente le influyó directa o indirectamente: "El universo que concemos, es un universo en el que cada momento trasciende e incluye a sus momentos predecesores". Para Whitehead, cada momento adviene como un "sujeto de experiencia" o una "gota de experiencia". Y, en la medida en que lo hace, toca el sujeto (o momento) anterior y lo convierte en objeto. Esta "conexión" del momento anterior por el momento presente, refleja la influencia del pasado sobre el presente, ya que si tocas un objeto, este te afecta, y esto es lo que sucede cuando cada momento toca y abraza el momento anterior (que, en sí mismo, ha tocado y abrazado su momento anterior, y así sucesivamente). Ese es el momento en el que el pasado "causa" o "determina" el presente. Pero, si eso fuera todo, nuestro universo sería puramente mecanicista o determinista, en el que no cabría la creatividad o novedad. Según Whitehead, además de aprehender (tocar) el momento anterior, cada nuevo momento agrega su propia novedad o creatividad porque, además de "incluir" el pasado, también lo "trasciende". Por ello decimos que no solo incluye el sujeto (o momento) anterior (convirtiéndolo en objeto del siguiente sujeto o momento), sino que, al añadir un poco de novedad emergente al nuevo sujeto, introduce un puñado de libertad y novedad a la mezcla...".

 

En la nueva concepción del tiempo, se trata de como cada momento, cada ahora, cada gota de presente, integra o es tocada por la gota anterior o momento anterior, y por eso el pasado determina el presente. Aunque cada gota de presente trasciende o añade cierta libertad creativa, lo cual permite la evolución de todo, permite la novedad, y permite que, aunque el momento presente esté tocado por el pasado, a la vez tenga cierta libertad del pasado. Los místicos viven en esa gota de presente, en esa presencia resplandeciente. Todo, la fuerza y potencia evolutiva del Orígen siempre presente, se encuentra en esa gota de AHORA. El AHORA te permite ver el pasado y hacer proyecciones de futuro, mas no es lo mismo que vivir en el pasado o en el miedo al futuro. Toda decisión que jamás hayas tomado, fíjate que la tomaste en el ahora. Toda decisión que tomes, la tomarás desde esa gota del ahora, donde mora todo el potencial creativo del Origen siempre presente.

 

(En modo de aclaración, decir que para Ken Wilber, el nivel integral no es el más elevado, sino que hay unos cuantos niveles transpersonales por encima. Aunque para Gebser, sí que, la estructura integral, era la más elevada, por eso le atribuye una concepción mística muy profunda).

 

Por otro lado, la idea de Gebser de mutaciones o evolución de la conciencia, y de que no perdemos las estructuras previas, sino que vamos añadiendo nuevas, supone avanzarse unas dos décadas a que se formulara el término "holón" (algo que es a la vez un todo y una parte, es decir aquello que, siendo una totalidad en un contexto, es simultáneamente una parte en otro contexto). La palabra "holón" fue acuñada por Arthur Koestler, en su libro El espíritu de la máquina, en 1967, y Gebser ya usaba esta idea en su libro "Origen y presente", publicado en 1949. El símil mutación permite explicar la ganancia de una nueva estructura, sin perder las previas. Esta visión también se avanzaba al concepto de duplicaciones genéticas, puesto que los conocimientos en genómica comparada y funcional se inician como tales a finales del siglo XX y principios del XXI.

 

Así pues, según Gebser, en la actualidad, estaría a punto de aparecer una nueva estructura. Entonces, con su concepción de mutación en la conciencia, ya estaría duplicado el genoma psico-cultural que originará la nueva estructura de conciencia, y estarían acumulándose en ella nuevas mutaciones, que conducirían al final a su formación definitiva como la conciencia integral plena. Todas esas intuiciones de Gebser, suponían un antecedente y caldo de cultivo a la concepción del término "Meme" de Richard Dawkins (1976), unidad teórica de información cultural, transmisible de un individuo a otro, o de una mente a otra, o de una generación a la siguiente. También se avanzó y fertilizó el terreno a Clare W. Graves, quien en 1970 publicó los resultados de sus investigaciones en "Levels of Existence: An Open System Theory of Values" ("Niveles de existencia: una teoría de valores de sistemas abiertos"), que posteriormente llevaron a Beck y a Cowan a formular la teoría de la Dinámica Espiral del desarrollo de los sistemas de valor (sistemas de memes de valor o abreviado, Vmemes), ordenada jerárquicamente, en modo como se ordenan los holones de Koestler, anteriormente mencionados (abreviado, holoárquicamente).

 

La conciencia integradora del todo es la solución de futuro. Integradora de todos los humanos y de la dualidad espacio-tiempo. Hemos de pensar que nuestro cerebro no trabaja aislado. Todos los cerebros de la humanidad podrían comunicarse y trabajar a la vez. Hagamos, pues, que la vida en un mundo globalizado no nos lleve a la autodestrucción, sino a nuevas formas más justas, bellas y sostenibles de convivir.

 

 

Fuentes:

  • Francesc Mestres Naval, Josep Vives Rego. LAS MUTACIONES DE LA CONCIENCIA DE JEAN GEBSER: UNA REVISIÓN CRÍTICA DESDE LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y CULTURAL. AGORA. Papeles de Filosofía. (2016), 35/2: 107-131. Universitat de Barcelona.
  • Andrés Schuschny: <https://humanismoyconectividad.wordpress.com/2011/02/07/estructura-integral-conciencia/>.
  • Gary Lachman: <http://mundonext.com/jean-gebser-cartografo-de-la-conciencia/>.
  • José Rafael Hernández Arias: <http://papelesdedoncogito.blogspot.com.es/2016/12/jose-rafael-hernandez-arias-sobre-jean.html>.
  • Ken Wilber. Meditación integral. Ed. Kairós. (2017).


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