Jean Gebser, o las tribulaciones de una conciencia integral en tiempos difíciles

Hans Karl Rudolf Hermann Gebser nació el 20 de agosto de 1905 en la prusiana Posen (más adelante, en Suiza, adoptaría el nombre de Jean, y en España constará oficialmente con el nombre de Juan Gebser Clarisel), año en que Albert Einstein formuló su teoría de la relatividad y fue esta obra, junto a la de otros pensadores y escritores (como por ejemplo Freud, Plank o Husserl), las que proporcionaron a Gebser pruebas sólidas de las características de una “nueva y emergente estructura de conciencia”.

 

En su niñez, pasó por varios colegios, entre ellos el prestigioso internado de Rossleben, que tuvo que abandonar, debido al fallecimiento de su padre, y porque el derrumbamiento de la República de Weimar fue nefasto para la familia Gebser, ya que perdieron sus ahorros y acabaron en la ruina.

 

Para el jóven Gebser, cuya vocación intelectual era patente, y que estaba dotado de un precoz talento poético, esta decisión supuso un golpe durísimo. Su madre se negó también a que entrara de aprendiz en una librería, así que en 1923 fue admitido en el Deutsche Bank para cumplir un periodo de aprendizaje de dos años. Su vocación intelectual, no obstante, seguía siendo tan acusada que se matriculó como oyente en la universidad. Se sintió especialmente atraído por las clases impartidas por el economista Werner Sombart y por las de Romano Guardini, teólogo católico cuya influencia será palpable en su obra posterior. En su carné de oyente se constata el amplio abanico de disciplinas que despertaron su interés: economía, filosofía, historia, sociología, psicoanálisis, etc.

 

También en 1923, realiza un descubrimiento que le dejará una profunda huella: la poesía de Rainer Maria Rilke, autor imprescindible para la interpretación de su obra. Por esas fechas leyó, asimismo, a Schopenhauer y a Freud.

 

Concluido su aprendizaje bancario, el Deutsche Bank le ofreció un puesto de trabajo, lo que en aquellos años de depresión suponía un privilegio notable, pero Gebser rechazó la oferta y, tras enfrentarse a su madre en una agria disputa, hizo las maletas y abandonó su casa con el poco dinero que había ahorrado. Los cuatro años que siguieron, fueron de gran rigor, años de hambre, durante los cuales fundó, con un amigo, una imprenta, y publicó poemas y piezas en prosa. La tensión a la que se vio sometido, le causó agotamiento nervioso y deseos de suicidio, por lo que tuvo que dejar esa actividad y decidió iniciar un voluntariado en una librería berlinesa. En aquel período, fue testigo del poder creciente del partido nazi. Lo que ayudó a Gebser a superar esos nefastos avatares, fue la visión de Rilke del “elogiar a pesar de” plasmado en el poema “Las Elegías de Diuno”. Sin embargo, la campaña de violencia política y callejera, desatada por las escuadras nazis, convenció a Gebser que era el momento de cambiar de residencia.

 

Así que, no dejó pasar la oportunidad, y poco después de dejar, también, el puesto en la librería berlinesa, donde recibió una recomendación favorable, viajó a la Toscana. En Florencia trabajó en una librería anticuaria, donde permaneció un año, adquiriendo amplios conocimientos en esta rama comercial.

 

A su regreso a Berlín, en 1930, conoció al inglés Roy Hewen Winston, hombre acaudalado, que se dedicaba a viajar por Europa y que compartía sus intereses literarios y artísticos. Los dos decidieron viajar hacia el sur de Europa. Salieron para ir a París, luego al sur de Francia y finalmente, en 1931 recaló en España.

 

Gebser comienza su periodo español, sin tener una idea muy clara de cuál iba a ser su futuro. Después de visitar Barcelona y Montserrat, siguió camino hacia Valencia, Alicante y Elche, desde donde, tras hacer una pausa, continuó a Murcia, Málaga y Torremolinos. Por alguna razón, la atmósfera española causó una vivísima impresión en Gebser, estimulando su inspiración, así que decidió permanecer en el país. Fue aquí, a la edad de veintisiete años, que Gebser recibió lo que más tarde describió como una "inspiración relámpago", y a tal experiencia mística reveladora dedicaría su trabajo el resto de su vida, en intentar expresarla y elaborarla.

 

En 1932 lo encontramos en Madrid, ganándose la vida dando cursos de alemán, por recomendación de la universidad y del Centro de Intercambio Cultural Germano-Español. Durante sus años de estancia en la capital, entre 1932 y 1936, entabló amistad con García Lorca, Alberti, Aleixandre, Cernuda, Guillén y otros poetas y artistas.

 

Sin embargo, España pronto dejó de ser el lugar donde vivir en paz, puesto que el general Franco se alzó contra el gobierno republicano, en 1936. La guerra le sorprendió en Madrid, mientras trabajaba de intérprete en una jornada internacional de escritores. Con los primeros bombardeos, abandonó la capital y se dirigió a Valencia. Aunque simpatizaba con la República, por sus convicciones pacifistas se negó a tomar un arma. En Valencia fue detenido por los anarquistas y encarcelado. Permaneció en prisión casi dos días, y logró salvarse, in extremis, del pelotón de fusilamiento, gracias a la intervención de varios amigos. Poco después, abandonaba España con un pasaporte mexicano provisional, en dirección a París.

 

En la capital francesa, Juan Gebser Clarisel, pues tal era el nombre que había adoptado, vivió días de inseguridad y de bohemia, que con posterioridad recordó como los "años de hambre parisinos"; allí se relacionó con Aragon, Picasso, Malraux y Éluard. Su situación económica era insostenible (apenas se mantenía a flote con trabajos ocasionales), pero se negaba a regresar a Alemania, debido al régimen nazi. A finales de agosto de 1939, poco antes de la declaración de guerra de Francia a Alemania, Gebser viajó a Suiza, donde establecerá su residencia para el resto de su vida, y donde encontrará el reposo necesario para acometer su obra.

 

En los treinta y tres años siguientes, Gebser se dedicó a desarrollar sus ideas sobre los cambios que estaban ocurriendo en la conciencia occidental.

 

El periodo suizo, sin embargo, no significó el final de sus tribulaciones. Al considerársele un apátrida, no podía dedicarse a una actividad laboral reconocida, así que colaboró en periódicos con artículos, traducciones y reseñas, la mayoría de las veces sobre temas culturales acerca de España, México o Francia. A esto, se añadían las dificultades para obtener un permiso de residencia, complicaciones que le daban a su situación un carácter provisional, ya que, en cualquier momento, podía verse obligado a abandonar el país. No obstante, Gebser logró integrarse, y estableció relaciones con intelectuales y científicos suizos, que le apoyaron en sus peticiones y avalaron sus investigaciones. En 1942, contrajo matrimonio con la pintora suiza Gentiane Schoch, lo que facilitó la solución de sus impedimentos burocráticos. De aquí en adelante, su actividad intelectual no hizo más que ampliarse, sus estudios se dilataron en todas las direcciones: profundizó en las ciencias de la naturaleza y se interesó por las corrientes espirituales orientales, sobre todo por el budismo, el hinduismo y el zen.

 

A partir de 1943, vivió cerca de Ascona, en la vecindad de Emil Ludwig, y mantuvo un estrecho contacto con el Círculo Eranos, cuyas reuniones eran frecuentadas por personalidades de la cultura, como Carl Gustav Jung, Rudolf Otto, Karl Kerényi o Gershom Scholem. Entre sus amigos, se contaban representantes descollantes del mundo científico, como el biólogo Adolf Portmann o el físico Werner Heisenberg.

 

Pese al prestigio intelectual que Gebser estaba obteniendo, y la publicación de sus primeras obras, su situación económica no mejoraba sensiblemente. Sus intentos de ocupar una plaza de profesor en la universidad, fracasaban por el hecho de ser un puro autodidacta, sin estudios académicos y sin, ni siquiera, el título de bachiller. Con esto se le cerraban todas las puertas. Para ganar lo suficiente para vivir, se veía forzado a armonizar labores de docencia mal retribuidas, con conferencias en los lugares más apartados. Sus amigos hacían todo lo posible por conseguirle una plaza digna de su mérito, pero siempre se topaban con el mismo escollo. Muchos rectores le consideraban un profeta, un visionario, un seductor intelectual, en definitiva, una persona que no encajaba en el sistema cuadriculado de la disciplina universitaria. Durante muchos años, a las esperanzas de obtener una cátedra, apoyadas por personas de influencia, seguían hondas decepciones; esto, sumado a su intensa actividad intelectual, afectó seriamente a su salud.

 

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y Gracias a la ayuda de sus amigos, de premios y de instituciones, logró, pese a todo, realizar varios viajes: a España, Grecia, Norte y Sudamérica, y también uno especialmente interesante a Oriente, donde recorrió la India, Pakistán, Nepal, Birmania, Tailandia, Camboya, Hong Kong, Taiwán, China y Japón.

 

Fruto de este viaje, fue su informativo y ameno libro Asien lächelt anders [Asia sonríe de otra manera], que contiene, además de sugerentes análisis de la cultura y espiritualidad orientales, sorprendentes predicciones acerca del futuro de algunas de estas naciones. A pesar de sus dificultades, continuó trabajando sobre las diferentes formas de conciencia, familiarizándose con los trabajos de Sri Aurobindo y Teilhard de Chardin.

 

En 1956 se divorció de su esposa y, en parte por este motivo, en parte por sus agotadores ciclos de conferencias, y por su asma crónica, agravada por su hábito fumador, su estado de salud continuó deteriorándose. Tras una operación de aparato digestivo, que estuvo a punto de costarle la vida, y de la que ya no se recuperaría del todo, obtuvo al menos la satisfacción de recibir el nombramiento de profesor honorario de la Universidad de Salzburgo, para enseñar "teoría cultural comparada con especial énfasis en el presente".

 

Su delicado estado de salud, sin embargo, le impidió ejercer sus funciones. En 1970, contrajo nuevo matrimonio con Jo Körner. Activo intelectualmente hasta el final, Jean Gebser falleció en 1973.

 

En un prólogo de una nueva edición de su principal obra Origen y Presente, Gebser escribió que “el tema principal del libro procede de la alterada relación del hombre con el tiempo, que es la nueva conciencia, con lo cual, la generación más joven, está más intensamente sintonizada”. Como en el artículo siguiente veremos, el tema del tiempo es un elemento crucial en su obra. En 1973 cuando Gebser escribió sobre ello, las ideas sobre una nueva conciencia se habían extendido por la contracultura, y se había arraigado una nueva forma de ver el mundo. Cuando ese mismo año falleció Gebser, estaba convencido de que un nuevo tipo de conciencia estaba emergiendo.

 

 

 

 

Fuentes:

  • Francesc Mestres Naval, Josep Vives Rego. LAS MUTACIONES DE LA CONCIENCIA DE JEAN GEBSER: UNA REVISIÓN CRÍTICA DESDE LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y CULTURAL. AGORA. Papeles de Filosofía. (2016), 35/2: 107-131. Universitat de Barcelona.
  • Andrés Schuschny: <https://humanismoyconectividad.wordpress.com/2011/02/07/estructura-integral-conciencia/>.
  • Gary Lachman: <http://mundonext.com/jean-gebser-cartografo-de-la-conciencia/>.
  • José Rafael Hernández Arias: <http://papelesdedoncogito.blogspot.com.es/2016/12/jose-rafael-hernandez-arias-sobre-jean.html>.
  • Aaron Cheak: <http://www.aaroncheak.com/from-poetry-to-kulturphilosophie/>.

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