Muerte, reencarnación y meditación

 

Interpretación del "libro tibetano de la vida y la muerte" desde la teoría integral de Ken Wilber.

 

Fuente: (https://integrallife.com/death-rebirth-and-meditation/).

 

En cada tradición místico religiosa del mundo se encuentra algún tipo de doctrina de la reencarnación. Incluso el Cristianismo la aceptó hasta alrededor del siglo cuarto, cuando, mayoritariamente por razones políticas, se volvió anatema. Muchos místicos cristianos de hoy aceptan la idea. Como el teólogo cristiano John Hick señaló en su importante trabajo Muerte y Vida Eterna, el consenso de las religiones del mundo, incluido el Cristianismo, es que ocurre alguna especie de reencarnación.

 

Claro, el hecho de que mucha gente crea algo no lo vuelve verdad. Y es muy difícil sostener la idea de la reencarnación apelando a “evidencia” en la forma de supuestas memorias de vidas pasadas, porque en muchos casos estas pueden demostrar ser sólo una actualización del rastro de la memoria subconsciente de esta vida. Sin embargo este problema no es tan serio como podría parecer a primera vista, porque la doctrina de la reencarnación, como es usada por las grandes tradiciones místicas, es una noción muy específica: no significa que la mente viaja a través de vidas sucesivas y que por lo tanto bajo condiciones especiales –hipnosis, por ejemplo- la mente pueda recordar todas sus vidas pasadas. Al contrario, es el alma, no la mente, la que transmigra.

 

Por lo tanto, el hecho de que la reencarnación no pueda ser probada apelando a recuerdos de vidas pasadas es exactamente lo que deberíamos esperar: recuerdos específicos, ideas, conocimiento, y demás, pertenecen a la mente y generalmente no transmigran. Todo eso queda atrás, con el cuerpo, al morir. (Quizá unos pocos recuerdos específicos puedan colarse a través, de vez en cuando, como los casos registrados por el profesor Ian Stevenson y otros que lo sugieren, pero estos serían la excepción más que la regla). Lo que transmigra es el alma, y el alma no es un conjunto de recuerdos o ideas o creencias.

 

Más bien, de acuerdo con la mayoría de las ramas de la filosofía perenne, el alma tiene dos características básicas que la definen: primero, es la depositaria de la “virtud” (o de la falta de ella), esto es, del karma, bueno y malo; segundo, es la “fuerza” de la conciencia, o la capacidad de “atestiguar” el mundo fenoménico sin apego o aversión. Esta capacidad también es conocida como “sabiduría”. La acumulación de estas dos características –virtud y sabiduría- constituye el alma, que es la únicacosa que transmigra. Entonces, cuando la gente dice estar “recordando” una vida pasada (dónde vivieron, de qué vivieron, y demás) probablemente no están, como dicen las religiones mayores o la filosofía perenne, recordando alguna vida pasada. Sólo los Budas (o tulkus), se dice, pueden por lo general recordar vidas pasadas, la mayor excepción a la regla. Incluso el Dalai Lama dijo que él no puede recordar sus vidas pasadas, lo que tal vez debería servir como un recordatorio para aquellos que piensan que pueden.

 

Aunque si los recuerdos ostensibles de vidas pasadas no son buena evidencia de la reencarnación, ¿qué otro tipo de evidencia podría haber para sostener esta doctrina? Aquí deberíamos recordar que la filosofía perenne en general admite tres tipos mayores y diferentes de conocimiento y de su verificación; conocimiento sensorio o empírico; conocimiento mental o lógico; y conocimiento espiritual o contemplativo. La reencarnación no es principalmente una hipótesis sensorial o mental; no puede ser explicada fácilmente o verificada usando datos sensorios o deducción lógica. Es una hipótesis espiritual, que debe ser testada con el ojo de la contemplación, no con el ojo de la carne o el ojo de la mente. Entonces, aunque encontremos poca evidencia ordinaria para convencernos de la reencarnación, una vez que nos metamos con la contemplación y nos volvamos bastante competentes en ella, comenzaremos a notar ciertos hechos obvios -por ejemplo, que la posición de testigo, la posición del alma, empieza a participar de la eternidad, del infinito-.

 

Existe una naturaleza atemporal acerca del alma que se vuelve perfectamente obvia e inequívoca: de hecho uno empieza a “saborear” la inmortalidad del alma, a intuir que el alma está en cierta medida por encima del tiempo, por encima de la historia, por encima de la vida y la muerte. En este sentido, uno se convence, gradualmente, de que el alma no muere con el cuerpo o con la mente, de que el alma ha existido antes y seguirá existiendo. Pero usualmente esto no tiene nada que ver con recuerdos específicos de vidas pasadas. Más bien, es un recuerdo de ese aspecto del alma que toca el Espíritu, y por eso es radical y perfectamente atemporal. De hecho, desde este ángulo, se vuelve obvio que, como el gran vidente vedántico Shankara dijo, “El único y sólo transmigrante es el Señor”, o el Espíritu absoluto en sí mismo. En última instancia, es la mente de Buda en sí misma: el Único, que está apareciendo como todas estas formas, manifestándose a sí misma como todas estas apariencias, transmigrando como todas estas almas. En los estados más profundos de la contemplación, esta realización de la eternidad, del espíritu como indestructible e inmortal, se hace muy palpable.

 

 

Aún así, de acuerdo con las enseñanzas perennes, no es simplemente el Absoluto que transmigra. Si el alma despierta, o se disuelve en el espíritu, entonces no transmigra más; es “liberada”, o se da cuenta de que, como espíritu, reencarnó en todas partes, como todas las cosas. Pero, si el alma no despierta al espíritu, si no se ilumina, entonces reencarna, llevando con ella la acumulación de su virtud y sabiduría, más que recuerdos específicas de su mente egóica. Y esta cadena de renacimientos continúa hasta que estas dos acumulaciones (virtud y sabiduría) finalmente alcanzan un punto crítico, después de lo cual el alma se ilumina, o se disuelve y libera en el espíritu, llevando así la transmigración individual a un final.

 

Incluso el Budismo, que niega la existencia absoluta del alma, reconoce que el alma tiene una existencia convencional o relativa, y que esa alma existente convencional o relativa transmigra. Cuando el Absoluto, o shunyata, es experimentado directamente, la transmigración relativa -y el alma separada- llega a un final. Uno podría pensar, no obstante, que un Budista objetaría nuestro uso de la palabra alma en este contexto, dado que este término generalmente tiene la connotación de algo que es indestructible o eterno, una connotación que parece ser incompatible con la idea Budista de que el alma tiene sólo una existencia relativa y temporaria. Una mirada más de cerca a las enseñanzas de la filosofía perenne, sin embargo, resolverá esta aparente contradicción.

 

Según la tradición perenne, de hecho el alma es indestructible, pero cuando descubre plenamente el espíritu, su propio sentido de separatividad es disuelto o trascendido. El alma aún permanece como la individualidad, o expresión de la persona particular, pero su ser o centro se desplaza al espíritu, disolviendo así su ilusión de separatividad. Y esta doctrina concuerda casi exactamente con las más altas enseñanzas del Budismo -el anuttaratantra yoga, o “las más elevadas enseñanzas del Tantra”- según las cuales existe muy en el centro del chakra del corazón, en todo y cada individuo, lo que es técnicamente llamado “la gota indestructible” (o luminosidad). Como enseña el Vajrayana, es esta gota indestructible la que transmigra. Y mucho más que eso, es indestructible; incluso de los Budas se dice que la poseen. Se dice que la gota indestructible es el asiento del “viento” muy sutil (rLung) que soporta la “mente más allá de lo sutil y de lo muy sutil (o causal)” que es la mente Testigo, la mente de la iluminación, o la esencia espiritual de uno. Por lo tanto, el Budismo está de acuerdo con la filosofía perenne: La gota indestructible es el alma, el continuum, como la he definido.

 

 

Etapas del proceso de muerte: la disolución de la gran cadena del ser.

 

Las diferentes ramas de la filosofía perenne concuerdan, en general, sobre las etapas del proceso de muerte y las experiencias que acompañan a cada una: la muerte es un proceso en el cual La Gran Cadena del Ser "se disuelve", para el individuo, "de abajo hacia arriba". Es decir, después de la muerte, el cuerpo se disuelve en la mente, la mente se disuelve en el alma, el alma se disuelve en el espíritu, y cada una de esas disoluciones está marcada por un determinado conjunto de eventos. Por ejemplo, el cuerpo disolviéndose en la mente es el proceso real de la muerte física. La mente disolviéndose en el alma es experimentado como una revisión y "juicio" sobre la propia vida. El alma disolviéndose en el espíritu es una liberación y una trascendencia radical. Luego el proceso se "invierte", por así decirlo, y en base a las propias tendencias kármicas acumuladas, uno genera un alma fuera del espíritu, una mente fuera del alma, luego una conciencia corporal fuera de la mente; después de lo cual, uno se olvida de los pasos anteriores y se encuentra renacido en un cuerpo físico. Según los Tibetanos, todo este proceso toma alrededor de 49 días.

 

La tradición Tibetana contiene la más rica, detallada y fenomenológica descripción de las etapas de la disolución de la Gran Cadena durante el proceso de la muerte. De acuerdo con los Tibetanos, las experiencias subjetivas que acompañan a cada una de las que se dice que son las 8 etapas de la disolución, se conocen técnicamente como: "espejismo", "humo" , "luciérnagas", "lámpara de manteca", "aspecto blanco", "rojo creciente", "logro cercano a negro" y "clara luz". Para poder entender estos términos, necesitamos una versión más detallada y más precisa de la Gran Cadena. Entonces, en vez de nuestra versión simplificada de cuerpo, mente, alma y espíritu, vamos a usar una versión ligeramente ampliada: materia [con su correspondiente conciencia material del cuadrante superior izquierdo], sensación, percepción, intención, cognición, psíquico, sutil, causal, Testigo Vacio (o no manifestado sin forma) y Espíritu (o último).

 

 

La primera etapa del proceso de muerte ocurre cuando el agregado de la forma o la materia, el nivel más bajo de la gran cadena, se disuelve. Se dice que existen 5 signos externos de esto: el cuerpo pierde su poder físico; la visión se vuelve confusa y borrosa; el cuerpo se vuelve pesado y se siente como si se estuviera “hundiendo”; la vida se sale de los ojos; y la tez del cuerpo pierde su brillo. La señal interna que se produce de forma espontánea con estos signos externos, es una “apariencia similar a un espejismo”, un tipo de brillo, una imagen acuosa, tal como aparece en un desierto un día caluroso. Se dice que esto ocurre porque, técnicamente, el “viento” (rLung) del elemento “tierra” se ha disuelto en el “canal central” y, por lo tanto, el elemento “agua” predomina, de ahí la apariencia acuosa o semejante a un espejismo.

 

 

 

Luego, el segundo agregado, el de la sensación, se disuelve. Otra vez hay 5 signos externos: dejamos de tener sensaciones corporales, tanto agradables como desagradables; las sensaciones mentales también cesan; los fluidos corporales se secan (por ejemplo la lengua se pone muy seca); dejamos de percibir los sonidos externos; y los sonidos internos (como el zumbido en los oídos, por ejemplo) también cesan. La señal interna asociada con esta segunda disolución es un “aspecto similar al humo”, parecido a una niebla. Técnicamente, se dice que se produce porque el elemento “agua”, que provocó la apariencia similar a un espejismo, se disuelve en el elemento “fuego”, y de ahí el aspecto humeante.

 

 

 

La tercera etapa es la disolución del tercer nivel o agregado, el de la percepción o el discernimiento. Los 5 signos externos son: uno ya no puede reconocer o distinguir objetos; tampoco reconocer amigos o familiares; se pierde el calor del cuerpo (el cuerpo se pone frío); la inhalación se vuelve muy débil y superficial; y uno ya no puede detectar olores. La señal interna que acompaña espontáneamente esta etapa es llamada “luciérnagas”, y se describe como una aparición de un puñado de luciérnagas o chispas de cenizas de un fuego. Técnicamente, se dice que esto se produce porque el elemento “fuego” se ha disuelto y el elemento “viento” que predomina.

 

 

 

La cuarta etapa es la disolución del cuarto nivel o agregado, el de la intención (o “formaciones intencionales”). Los 5 signos externos de esta disolución son: uno ya no puede moverse (porque no hay impulsos); uno ya no puede recordar las acciones ni sus fines; toda la respiración se detiene; la lengua se vuelve gruesa y azul, uno ya no puede hablar con claridad ni experimentar sabores. La señal interna de esto es un “aspecto de lámpara de manteca”, descrito como parecido a una luz clara, brillante y permanente. (En este punto, podemos empezar a ver similitudes con la experiencia cercana a la muerte, de la que hablaré más adelante).

 

 

Para entender la quinta y subsiguiente etapa del proceso de disolución, es necesario conocer un poco de filosofía Tántrica. Según el Vajrayana, todos los estados mentales -ordinarios, sutiles, muy sutiles (o causales), Testigo y no dual- están apoyados en su correspondiente ”viento”, o energía, o fuerzas de la vida (prana en sánscrito, rLung en tibetano). Cuando estos vientos se disuelven, sus correspondientes mentes también se disuelven.

 

La etapa cinco es la disolución del quinto nivel o agregado, el de la cognición, o la propia conciencia ordinaria. Sin embargo, como las enseñanzas Vajrayana dejan claro, hay muchos niveles de conciencia. Estos niveles se dividen en lo que se llama la mente ordinaria, la mente sutil, y la mente muy sutil, la atestiguación sin objeto y la no dualidad entre testigo y lo atestiguado, cada una de las cuales se disuelve en ese orden, produciendo signos y experiencias específicas. Por lo tanto, la quinta etapa es la disolución de la mente ordinaria, junto con el “viento” que la sostiene. Entonces ya no hay conceptualizaciones burdas, ni mente ordinaria.

 

Durante esta quinta etapa, después de que se extinga lo último de la mente ordinaria y emerja lo primero de la mente sutil, se experimenta un estado llamado “aspecto blanco”. Se dice que es una luz blanca muy clara y muy brillante, como una noche clara de otoño brillantemente iluminada por una luna llena reluciente.

 

 

Para entender la causa de este aspecto blanco, sin embargo, tenemos que introducir la noción tibetana de thig-le, que significa, más o menos, “gotas” o “esencia”. Según el Vajrayana, hay cuatro gotas o esencias, que son particularmente importantes. La primera, la gota blanca, se dice que está situada en la coronilla de la cabeza; uno la recibe de su padre, y se dice que representa (o realmente es) bodichita, o la mente iluminada.

 

 

La segunda, la gota roja, uno la recibe de su propia madre; está situada en el centro umbilical. (La gota blanca también se dice que está conectada con el semen, y la gota roja con la sangre menstrual, pero el punto es que tanto los hombres y las mujeres tienen ambas, por igual).

 

 

La tercera, que se llama “la gota que es indestructible para esta vida”, se encuentra en el centro mismo del chakra del corazón. Esta gota es, por así decirlo, la esencia de esta vida en particular del individuo; que es un “continuum”, que almacena todas las impresiones y entendimientos de esta vida. Y dentro de esta “gota que es indestructible para esta vida” está la cuarta gota, “la gota que es eternamente indestructible o para siempre indestructible”. Esta es la gota indestructible que permanece para siempre, es decir, que es indestructible a través de esta vida, indestructible por la muerte y el proceso de morir, indestructible a través del bardo o estado intermedio entre la muerte y el renacimiento, y a través del renacimiento en sí. Esta gota aún permanece a través de la iluminación y es, de hecho, el viento muy sutil (causal) que sirve como “montura” o base de la iluminación del ser. Como se mencionó antes, se dice que incluso los Budas poseen esta gota eternamente indestructible.

 

Por lo tanto, lo que hemos visto hasta ahora es la disolución de todos los vientos ordinarios y las mentes ordinarias asociados a ellos. La primera mente sutil ha surgido, la de “aspecto blanco”, y esta “montando” su correspondiente viento sutil o energía sutil. Ahora, se dice que la causa real de esta mente de aspecto blanco es el descenso de la gota blanca, o bodhichitta, desde la corona hasta el chakra del corazón. Por lo general, se dice que la gota blanca es retenida en el chakra de la corona por nudos de constricción y vientos de ignorancia y el apego al nivel ordinario. Pero en esta etapa del proceso de muerte, la mente ordinaria se ha disuelto, por lo que los nudos de alrededor del chakra corona se aflojan naturalmente, y la gota blanca desciende a la gota indestructible en el chakra del corazón. Cuando llega a ella, la mente de aspecto blanco surge espontáneamente.

 

Por cierto, si estas explicaciones tibetanas del fenómeno en cuestión suenan un poco exageradas, debemos recordar que hay una enorme cantidad de evidencia contemplativa que apoya la existencia de las diferentes experiencias que se dice que ocurren durante el proceso de muerte. Las experiencias en sí son reales y parecen en gran medida irrefutables, pero hay un montón de espacio para discutir con el  relato tradicional tibetano sobre lo que realmente las causa. (Voy a volver a este punto en breve). Acá estoy simplemente describiendo la versión tibetana directa como punto de partida.

 

Sin embargo, también tenemos que tener en cuenta que, a diferencia de nuestra cultura occidental, las culturas tradicionales como la tibetana viven constantemente con la muerte; la personas mueren en sus casas, rodeados de familiares y amigos. Así, las etapas reales del proceso de muerte han sido observadas miles, incluso millones de veces. Y cuando le sumamos el hecho adicional que los tibetanos poseen una comprensión más sofisticada de la dimensión espiritual y su desarrollo, el resultado es un acervo increíblemente rico de conocimientos y sabiduría sobre el proceso real de muerte y cómo se relaciona con la dimensión espiritual, el desarrollo espiritual, con el karma y el renacimiento, y así sucesivamente. Evidentemente, sería absurdo para un investigador desechar los datos masivos que esta tradición ha acumulado.

 

 

Pero, continuamos con las etapas del proceso de muerte. En la sexta etapa, la mente sutil y su viento se disuelven, y emerge una mente aún más sutil, llamada “rojo creciente”. Rojo creciente es también una experiencia de luz brillante; pero en este caso, es una experiencia como un día claro de otoño impregnado por la brillante luz del sol. Técnicamente, esto se dice que se produce porque los vientos ordinarios que sustentan la vida se han disuelto, y por lo tanto todos los nudos y constricciones alrededor del ombligo, que sostuvieron la bodhichitta roja, o gota roja en el ombligo, se liberan y desatan, y la gota roja se eleva hasta la gota indestructible en el corazón. Cuando llega a ella, la mente de rojo creciente surge espontáneamente.

 

 

 

Se dice que la etapa siete es la disolución de la mente sutil de rojo creciente y la emergencia de una mente y un viento aún más sutil, llamado “la mente del logro cercano a negro”. En este estado, cesa toda conciencia, toda manifestación se disuelve. Además, hay un cese de todas las conciencias y energías específicas que se desarrollaron en esta vida. La experiencia dice que es una noche completamente negra, sin estrellas, sin luz. Se llama “logro cercano” porque esta “a punto” del logro final, por así decirlo; se está acercando al vacío de luz clara. Este nivel, en otras palabras, se puede pensar como el más alto de lo sutil que es lo causal, a un paso la dimensión de lo no manifiesto del espíritu mismo, a través de la cesación de toda conciencia de forma en el Vacio del estado de Nirodh o Turiya (cuarto estado más allá del causal). Técnicamente, se dice que esta “oscuridad” se produce porque ahora la gota indestructible es rodeada por la gota blanca desde arriba y la gota roja desde abajo, cortando así toda conciencia.

 

 

 

Sin embargo, en la siguiente y última etapa, la etapa ocho, la gota blanca sigue hacia abajo y la gota roja continúa hacia arriba, liberando o abriendo así la gota indestructible. Entonces, se dice que resulta un periodo de extraordinaria claridad y brillante conciencia, que se experimenta como un cielo extremadamente claro, brillante y radiante, libre de cualquier tipo de defecto, cualquier nube o cualquier obstrucción. Esta es la luz clara.

 

Ahora, se dice que la mente de clara luz no es una mente sutil, sino una mente muy muy sutil, y se monta a un correspondiente viento o energía muy muy sutil. Esta mente y energía “supracausales” son, de hecho, la mente y energía de la gota eternamente indestructible. Este es el cuerpo primordial, o la mente y energía espiritual última, el Vajrakaya. En este punto, la gota eternamente indestructible se desprende de la gota indestructible de la vida, toda conciencia cesa, y el alma, la gota eternamente indestructible, comienza la experiencia del bardo, o los estados intermedios que finalmente conducirán al renacimiento. La gota blanca continua hacia abajo y aparece como una gota de semen en el órgano sexual, y la gota roja continúa hacia arriba y aparece como una gota de sangre en las fosas nasales. La muerte, finalmente, se ha producido, y el cuerpo puede ser desechado. Hacerlo antes de que esto haya ocurrido hace a uno karmicamente culpable de asesinato, porque el cuerpo todavía está vivo, según la tradición tibetana.

 

 

Etapas del proceso de renacimiento.

 

Hasta ahora hemos hablado de la disolución progresiva de la Gran Cadena del Ser, comenzando desde la base y operando desde ahí hacia arriba. De este modo, la materia, o forma, se disuelve en el cuerpo (o en sensación, luego en percepción, más tarde en impulso) y el cuerpo se disuelve en la mente ―primero en la mente ordinaria― luego la mente ordinaria se disuelve en la mente sutil ―o dominio del alma― y el alma termina disolviéndose en la esencia causal del Dharmakaya, y finalmente en su esencia espiritual (Turiya y Turiyatita), Svabhavikakaya y Vajrakaya. Ahora bien, a partir de ese momento y según el karma acumulado por esa alma ―la acumulación de virtud y de sabiduría que lleve consigo― el proceso puede invertirse. Así pues, la experiencia del bardo atraviesa tres reinos, o estadios básicos, y estos estadios son simplemente los reinos del espíritu, de la mente, del cuerpo y de la materia. El alma, de acuerdo con su virtud y sabiduría, los reconocerá y por tanto permanecerá en las dimensiones superiores, o no los reconocerá ―de hecho, huirá de ellos― y así terminará descendiendo por la Gran Cadena del Ser hasta que se ve obligada a adoptar un cuerpo físico denso y, por tanto, a renacer.

 

En el momento de la muerte real o definitiva ―que es lo que hemos llamado la octava etapa del proceso general de la muerte― el alma, o la gota eternamente indestructible, entra en lo que se denomina chikhai bardo, que no es otra cosa que el espíritu mismo, el Dharmakaya. Como dice el Libro Tibetano de los Muertos, "En este momento, el primer destello del Bardo de la Luz Clara de la Realidad, que es la Mente infalible del Vajrakaya, es experimentada por todos los seres sintientes".

 

Este es el momento en el que la meditación y el trabajo espiritual se vuelven tan importantes. La mayoría de las personas, según el Libro Tibetano de los Muertos, no pueden reconocer este estado por lo que es. En términos cristianos, no conocen a Dios y por lo tanto no saben cuándo Dios les está mirando a la cara. De hecho, en este punto son uno con Dios, entera y totalmente en una identidad suprema con la Divinidad. Pero a menos que reconozcan esta identidad, a menos que hayan sido entrenados contemplativamente para reconocer ese estado de Unidad divina, en realidad huirán de él, impulsados por sus deseos inferiores y propensiones kármicas. Como dijo W.Y. Evans-Wentz, el primer traductor del Libro Tibetano de los Muertos: "Debido a la falta de familiaridad con este estado, que es un estado extático de no-ego, de consciencia [supracausal], el ser humano promedio carece del poder de funcionar en él; las propensiones kármicas oscurecen el principio de la consciencia con el pensamiento de la personalidad, del ser individualizado, del dualismo, y al perder el equilibrio, el principio de la consciencia se aleja de la Luz Clara".

 

Así el alma termina contrayéndose y alejándose de la Divinidad, del Vajrakaya, del reino supracausal, y del Dharmakaya del reino causal. De hecho, se dice que el alma realmente escapa de la realización de la Vacuidad divina y "se desvanece", por así decirlo, hasta despertar en el siguiente dominio inferior, denominado chonyid bardo, la dimensión sutil o arquetípica, el Sambhogakaya. Esta experiencia va acompañada de todo tipo de visiones psíquicas y sutiles, visiones de dioses y diosas, dakas y dakinis, de luces, iluminaciones y colores deslumbrantes y casi dolorosos. Pero, una vez más, la mayor parte de las personas no están en condiciones de mantenerse en ese estado e, ignorando la luz trascendental y la iluminación divina, terminan huyendo de estos fenómenos y se sienten atraídos por las luces inferiores e impuras que también aparecen.

 

Entonces el alma vuelve a contraerse internamente y se aleja de esas visiones divinas, desvaneciéndose de nuevo y despertando en lo que se denomina sidpa bardo, el reino ordinario reflectante. En este reino el alma tiene una visión de sus futuros padres haciendo el amor ―y, en buen estilo freudiano― nacerá varón si siente deseo hacia la madre y odio hacia el padre o nacerá niña si odia a la madre y siente atracción por el padre. (Esta es, como dijo el mismo Jung, la primera explicación detallada del complejo de Edipo/Electra, miles de años antes de que Freud lo reformulara).

 

Cuerpo ordinario, cuerpo sutil, cuerpo causal o Dharmakaya, Svabhavikakaya o cuerpo del Testigo Vacio, y Vajrakaya o cuerpo de la conciencia no dual.
Cuerpo ordinario, cuerpo sutil, cuerpo causal o Dharmakaya, Svabhavikakaya o cuerpo del Testigo Vacio, y Vajrakaya o cuerpo de la conciencia no dual.

 

 

 

Según se dice, en este estadio el alma ―a causa de los celos y la envidia― "trata" imaginariamente de interponerse entre el padre y la madre para separarlos, pero lo único que consigue es interponerse literalmente entre ellos, es decir, renacer a través de ellos, con lo que ahora no sólo tiene deseos, aversiones, apegos y odios sino que también dispone de un cuerpo físico, en otras palabras, es un ser humano.

 

Éste es el estadio inferior de la Gran Cadena del Ser. A partir de ese momento su crecimiento y desarrollo consistirá en escalar los estadios que ha negado, los estadios de los que ha huido. Su evolución, por decirlo así, constituye el reverso de su "caída". Hasta qué punto asciende en la Gran Cadena del Ser determinará cómo maneja el proceso de la muerte y los estados del bardo cuando sea el momento de volver a desechar su cuerpo físico.

 

 

Interpretación de la experiencia subjetiva de la muerte y el renacimiento

 

La evidencia contemplativa sugiere claramente que los datos, las experiencias fenomenológicas que acompañan al proceso de la muerte ―por ejemplo, la "apariencia blanca", el "incremento rojo", la "oscuridad cercana a la realización"― existen y son muy reales. Otra evidencia de su realidad se encuentra en el hecho de que parecen tener referentes ontológicos reales en las dimensiones superiores de la Gran Cadena del Ser. Por ejemplo, las tres experiencias que acabamos de mencionar se refieren respectivamente a lo que he llamado los niveles psíquico, sutil y causal de la consciencia.

 

En mi opinión, los niveles son reales, y por lo tanto las experiencias de esos niveles son reales. Pero esto no significa que las experiencias de los individuos de estos niveles no puedan ser muy diferentes.

Por ejemplo, un budista experimentaría probablemente la "apariencia blanca" como un tipo de vacuidad o experiencia shunyata, mientras que un místico cristiano podría verla en forma de una presencia santa, posiblemente el propio Cristo, o un gran ser de luz. Pero esto es como debería ser. Porque, hasta que se disuelva la "gota indestructible de esta vida" ―las impresiones acumuladas y las creencias reunidas a lo largo de la vida― (a lo que hemos llamado la etapa siete), teñirá y moldeará todas las experiencias. Un budista por lo tanto tiende a tener una experiencia budista, un cristiano tendrá una experiencia cristiana, un hindú tendrá una experiencia hindú, y un ateo probablemente estará extremadamente confuso. Todo esto es lo que deberíamos esperar. Es sólo en el estadio ocho, en la luz clara vacía, o pura Deidad, que las interpretaciones personales y las creencias sutiles son desechadas y adviene una realización directa de la realidad pura, como luz clara. Por lo tanto, la explicación tibetana de los datos no es la única posibilidad a tener en cuenta. Sin embargo, es una entre varias reflexiones o perspectivas muy importantes sobre el proceso de la muerte y el renacimiento, arraigadas en una profunda comprensión de la Gran Cadena del Ser, tanto de "ascenso" (meditación y muerte) como de "descenso" (bardo y renacimiento).

 

 

La experiencia cercana a la muerte y los estadios del proceso de la muerte

 

El fenómeno más común en los relatos occidentales de la experiencia cercana a la muerte (ECM) es la experiencia de pasar por un túnel y luego ver una luz brillante, o encontrarse con un gran ser de luz ― un ser que tiene una increíble sabiduría, inteligencia y felicidad. Aquí no tiene importancia la creencia religiosa; los ateos tienen esta experiencia tan a menudo como los verdaderos creyentes. Este hecho, en sí mismo, tiende a corroborar la idea de que, en el proceso de la muerte, hay una conexión con algunas de las dimensiones más sutiles de la existencia.

 

Desde el punto de vista del modelo tibetano que hemos estado comentando, la "luz" que se menciona en las ECM, dependiendo de su intensidad o claridad, podría ser el nivel de la lámpara de aceite, la apariencia blanca o el incremento rojo. Lo importantes es que, en este punto del proceso de la muerte, la mente y el cuerpo ordinarios, o los vientos y energías ordinarios, se han disuelto, y así empiezan a emerger las dimensiones más sutiles de la mente y la energía, que se caracterizan por la brillante iluminación y la claridad mental y sabiduría. Por lo tanto, no es sorprendente que la gente universalmente, independientemente de su creencia, mencione la experiencia de la luz en este momento. Muchas personas que informan sobre las ECM creen que la luz que han visto es el espíritu absoluto. Sin embargo, si el modelo tibetano es exacto, entonces lo que la gente ve durante la ECM no es exactamente el nivel más alto. Más allá de la apariencia blanca o el incremento rojo está la oscuridad cercana a la realización, luego la luz clara, y a continuación los estados del bardo.

 

La experiencia de la luz del nivel sutil es muy agradable, de hecho, increíblemente dichosa. Y el siguiente nivel, el muy sutil o causal, lo es aún más. En realidad, las personas que han tenido una ECM informan que nunca han experimentado nada tan pacífico, tan profundo, tan dichoso. Pero tenemos que tener en cuenta que todas las experiencias hasta este momento están moldeadas por la "gota indestructible de esta vida"; por lo tanto, como ya hemos señalado, los cristianos pueden ver a Cristo, los budistas ver a Buda, y así sucesivamente. Todo esto tiene sentido, porque las experiencias de estos reinos están condicionadas por las experiencias de la vida actual. Pero entonces, en el estadio ocho, la "gota indestructible de esta vida" es desechada, junto con todos los recuerdos e impresiones personales y especificidades de esta vida en particular, y la "gota eternamente indestructible" sale del cuerpo y entra en el estado del bardo. Y entonces comienza el calvario del bardo ― una verdadera pesadilla a menos que uno esté muy familiarizado con estos estados a través de la meditación.

 

Las experiencias de la muerte y las ECM son realmente muy divertidas, en cierto sentido: todo el mundo informa que, después de superar el terror a la muerte, el proceso es dichoso, pacífico, extraordinario. Pero cuando se completa el "ascenso", comienza el "descenso", o el bardo ― y ahí está el problema. Porque en ese momento, todas las propensiones kármicas, todos los apegos, deseos y miedos aparecen justo delante de los ojos, por así decirlo, como en un sueño, porque el bardo es una dimensión puramente mental o sutil, como un sueño, donde todo lo que uno piensa inmediatamente aparece como una realidad.

 

Por lo tanto, no se oye hablar de este "inconveniente" en el proceso de la muerte por parte de la gente que tiene una ECM. Sólo están experimentando las primeras etapas de todo el proceso. Sin embargo, su testimonio es una prueba poderosa de que este proceso realmente se produce. Todo encaja con una precisión bastante notable.

 

Además, no es posible explicar su testimonio afirmando que todos ellos han estudiado budismo tibetano; de hecho, la mayoría ni siquiera han oído hablar de ello. Pero tienen experiencias esencialmente similares a las de los tibetanos porque estas experiencias reflejan la realidad universal y transcultural de la Gran Cadena del Ser.

 

 

La meditación como ensayo para la muerte

 

¿Dónde encaja la meditación en todo esto? Toda forma de meditación es, esencialmente, una forma de trascendencia del ego, una muerte del ego. En este sentido, cualquier forma de meditación constituye un remedo de la muerte, una muerte del ego. Después de haber "testimoniado" exhaustivamente la mente y el cuerpo, la meditación permite superarlos, trascenderlos, "morir" en ellos, morir en el ego y despertar luego como alma sutil o incluso como espíritu. Y esto se experimenta en verdad como una muerte, por ello precisamente el zen la denomina la Gran Muerte. Puede tratarse de una experiencia muy sencilla, de una trascendencia pacífica del dualismo sujeto-objeto o de una experiencia aterradora (porque, en realidad, se trata de una especie de muerte). Pero sea pacífica o dramática, rápida o lenta, la sensación de identidad separada muere o se disuelve y uno se adentra en una identidad previa y superior en y como espíritu universal.

 

 

Pero la meditación también puede constituir un ensayo de la muerte real. Según el Zen, si mueres antes de morir cuando mueras no morirás. Algunos sistemas de meditación, en particular el Sikh (los santos Radhasoami) y el Tantra (hindú y budista), abundan en meditaciones muy precisas que imitan, o inducen, con gran precisión, los distintos estadios del proceso de la muerte ―entre los cuales cabe destacar la detención de la respiración, el enfriamiento del cuerpo, la lentificación e incluso, en ocasiones, el cese del latido cardiaco, etc. De esta manera, gracias a la meditación la muerte real ya no nos cogerá por sorpresa y podremos movernos con mayor facilidad en los estadios de conciencia intermedios que aparecen después de la muerte ―los bardos― o aumentar así nuestra iluminación.

 

 

 

Este tipo de meditación tiene por objeto capacitarnos para reconocer el dominio del espíritu de tal modo que, cuando el cuerpo, la meme y el alma se disuelvan durante el proceso real de la muerte, no nos resulte difícil reconocer al espíritu, o Vajrakaya, y ―en lugar de escapar de él y acabar cayendo de nuevo en el samsara, en la ilusión de ser un alma, una mente o un cuerpo separado― ser capaces de morar en el espíritu, o ―si así lo decidimos― de reencarnarnos voluntariamente en un cuerpo como bodhisattva.

 

Este tipo de meditación que imita a la muerte no es, en modo alguno, peligrosa ya que, en ella, el cuerpo no muere realmente ni tampoco atraviesa, en realidad, los estadios concretos del proceso de la muerte. En este sentido, este tipo de meditación se asemeja al ejercicio de retener la respiración para ver lo que sucede, un ejercicio en el que, en realidad, uno nunca deja de respirar del todo. No obstante, algunos de los estados inducidos mediante este tipo de meditación constituyen verdaderos simulacros de la muerte real. El latido cardíaco, por ejemplo, puede interrumpirse realmente durante un largo período de tiempo y lo mismo ocurre con la respiración. Por ello es posible decir, por ejemplo, que los "vientos" han entrado y permanecen en el canal central, porque con esta "imitación" ―aunque sólo sea temporal― de la muerte, se disuelven los mismos vientos que se disuelven durante la muerte real. Se trata, pues, en diversos sentidos, de una imitación muy concreta y muy real.

 

Pero, ¿de qué modo se relaciona la meditación con los distintos vientos o energías descritos en el Tantra? La idea central de todo Tantra ―sea hindú, budista, gnóstico o sikh― es que cada estado mental, cada estado de conciencia, en otras palabras, cada nivel de la Gran Cadena del Ser, es sostenido por una energía, o prana, un viento concreto. (Ya hemos visto la versión tibetana de esta doctrina.) Así pues, cuando se disuelve un determinado viento, también se disuelve la mente sostenida por él. Por consiguiente, cuando trascendemos estos vientos, o energías, también podemos trascender las mentes que las "cabalgan". Este es el contexto general sobre el que se asienta el concepto de pranayama, control de la "respiración", o control de los "vientos". Dado que la mente cabalga al viento, el viento tiende a acumularse ahí donde se ponga la mente. Así, por ejemplo, cuando un meditador se concentra muy intensamente en el chakra coronario, el viento, o la energía, tenderá a acumularse y a disolverse ahí.

 

Esto significa que la mente, en cualquiera de los niveles, controla, en cierto modo, el viento asociado a ella. Por consiguiente, el entrenamiento y la concentración mental puede enseñarnos a acumular los vientos, o energías, en determinados lugares, y luego disolverlos ahí. Y se dice que esa disolución es el mismo tipo de proceso que ocurre en la muerte. De modo que uno experimenta de una manera muy concreta lo que sucede cuando todos los vientos se disuelven al morir, comenzando por los vientos ordinarios y luego continuando con la disolución de los vientos sutiles, abandonando el viento muy sutil o causal, y el Svabhavikakaya y el Vajrakaya (no dual) y la mente de luz clara que lo monta. Al inducir estas experiencias del proceso de la muerte de forma voluntaria, entonces, cuando llega la muerte real, sabemos exactamente lo que van a producir la disolución de los vientos.

 

Este tipo de práctica también nos da la capacidad de prolongar cada estado, particularmente los estados más sutiles, tales como los de la apariencia blanca, el incremento rojo, la oscuridad cercana a la realización y la clara luz, porque más o menos ya los hemos dominado. Entonces, en el punto final de la muerte, lo que hemos llamado la octava etapa ―cuando entramos en el chikhai bardo, el Vajrakaya― podemos permanecer ahí si así lo deseamos. Ese estado de claridad es muy claro y evidente y fácil de reconocer, porque lo hemos visto muchas veces en la meditación y en la mente del gurú; por lo tanto, nos aferramos a él y así nos liberamos de la necesidad del renacimiento. (Sin embargo, uno podría elegir seguir renaciendo en un cuerpo físico para ayudar a otros a alcanzar esta comprensión y libertad ―al igual que en un sueño lúcido podemos controlar conscientemente lo que aparece).

 

Una técnica común para reunir y disolver los vientos en un punto particular del cuerpo es concentrarse en la "gota roja" ubicada en el centro energético del ombligo (la fuente de lo que se conoce como el fuego tummo [interior]). Simplemente nos concentramos en ese objeto ―visualizándolo como una gota roja ardiente, del tamaño de un pequeño guisante― hasta donde uno pueda permanecer concentrado sin interrumpir la atención durante treinta o cuarenta minutos más o menos. En ese punto, las energías del cuerpo estarán tan concentradas en esa área que la respiración disminuirá y se volverá muy suave, casi imperceptible. Todos los vientos o energías del cuerpo están siendo retirados de su labor ordinaria y se concentran ahí. Por lo tanto, la disolución y retirada de estos vientos es muy similar a lo que ocurre en la muerte real. Así que si continuamos concentrados en la meditación, se dice que comenzaremos a experimentar todos los signos del proceso de la muerte, en orden, incluyendo la apariencia de espejismo, la apariencia de humo, la apariencia de luciérnagas y la apariencia de la lámpara de aceite.

 

En este punto, cuando los vientos o las energías del cuerpo comienzan a reunirse y disolverse en el corazón, como en la muerte real, experimentaremos los niveles de la mente sutil, la mente de la apariencia blanca, luego el incremento rojo, y luego la oscuridad cercana a la realización. Entonces, a través del poder de nuestra meditación y las bendiciones espirituales, todos los vientos o energías finalmente se disolverán en la gota indestructible en el corazón, y experimentaremos el vacío de luz clara, la dimensión espiritual y realización final. En resumen, este tipo de meditación es una imitación perfecta del proceso de la muerte. Y nuevamente, lo esencial es que al familiarizarnos con la luz clara, al desarrollar la sabiduría y la virtud meditativa, entonces después de la muerte real podemos permanecer en la luz clara y así reconocer la liberación final.

 

 

Este tipo de meditación es obviamente un intenso calvario, casi gimnástico en sus demandas. No toda meditación es tan exigente, ni es éste el único camino contemplativo que puede atravesar todos los niveles superiores del desarrollo espiritual. Pero la importancia del tipo de meditación anuttaratantra, que acabo de describir, es la increíblemente rica descripción fenomenológica que ofrece de un camino contemplativo global que utiliza tanto la conciencia de la mente como las energías del cuerpo para sondear las profundidades del espíritu humano.

 

La mayor parte de los caminos meditativos siguen un proceso de desarrollo general y global muy parecido. Primero se emerge por encima del ego ordinario, lo que se experimenta como una liberación de los límites de la sensación de identidad separada y de su sufrimiento obsesivo. Esta liberación inicial puede ―dependiendo del camino y la persona considerados― ser experimentada como una especie de conciencia cósmica o misticismo natural, como el despertar inicial de la energía de kundalini más allá del reino convencional, como el despertar de poderes paranormales o como una experiencia interna de luminosidad beatífica, por nombrar sólo unas pocas experiencias muy frecuentes.

 

En el caso de que la conciencia siga avanzando y adentrándose en los dominios sutil y causal, todas esas experiencias se intensifican hasta acabar disolviéndose o reduciéndose en la no forma pura, en lo no manifestado supracausal, en la Vacuidad anterior a toda forma, en el Silencio previo a todos los sonidos, en el Abismo anterior a todo ser, en la Divinidad anterior a Dios. El alma regresa al Espíritu y se libera en el infinito sin forma, en la eternidad atemporal, en la absorción sin manifestar, en la vacuidad radiante. La conciencia mora entonces como el Testigo inmóvil, el espejo-mente sin forma, reflejando de forma ecuánime todo cuanto emerge, completamente indiferente al despliegue de sus propias formas, completamente silenciosa frente a sus propios sonidos, completamente desidentificada de las formas de su propio devenir. Entonces es cuando, en el misterio final, el Testigo muere en todo aquello que atestigua, se comprende que la Vacuidad no es más que Forma, el espejo de la mente y sus reflejos son no dos y la Conciencia despierta como la totalidad del Mundo. El sonido de la cascada en un horizonte distante, la imagen de una suave neblina, así como el estruendo del relámpago en medio de una tormenta nocturna, lo dicen entonces, de algún modo, todo. El sujeto y el objeto, lo humano y lo divino, el interior y el exterior, por nombrar sólo unos pocos, son única y simplemente Un Solo Sabor.

 

 

 


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Una de las cosas más interesantes que te vas a encontrar en mi curso "Senda a la felicidad integral" son las 12 meditaciones del espectro de la conciencia. Una meditación por cada nivel.

 

Estas meditaciones, basadas en la Teoría Integral de Ken wilber, empiezan por el nivel más básico, el infrarrojo, y van ascendiendo, transportando tu conciencia de forma natural hasta los niveles más elevados. ¡Es un viaje interior apasionante!

 

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Este tipo de meditaciones son algo novedoso, pues no son meditaciones al uso, no son meditaciones de estado, no son meditaciones del ámbito del despertar, son meditaciones de estructura, de la dimensión del crecer, y siéndote sincero, no encontrarás muchas meditaciones para crecer estructuralmente y limpiar, ya que la mayoría son meditaciones para lograr estados elevados (lo cual está genial, aunque en internet puedes encontrar miles de meditaciones de este tipo), no del tipo de meditaciones que aquí te ofrezco (para crecer). Así pues, en este sentido, son unas meditaciones muy especiales y con elevadísimo potencial transformador para ti.

 

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