El feminismo según Ken Wilber

(Síntesis de varios artículos y textos sobre feminismo integral).

 

 

Un análisis muy interesante de la diferencia entre lo masculino y lo femenino lo brinda Wilber (en un capítulo de “El ojo del Espíritu", titulado "El feminismo integral: sexo y género en el desarrollo moral y en el camino espiritual” 1997):

 

Voy a exponer sintéticamente las ideas principales de Wilber para la formulación del feminismo integral:

 

• Los hombres y las mujeres evolucionan a través de las mismas estructuras básicas o esferas de la conciencia genéricamente neutras, pero los hombres tienden a hacerlo centrándose en la individualidad, los derechos, la justicia y la autonomía, mientras que las mujeres, por su parte, se centran más en la comunión, la responsabilidad, la relación, el respeto y la conexión.

 

• Los hombres y las mujeres existen como individualidad-en-la-relación, pero los hombres tienden a centrarse en la individualidad mientras que las mujeres, por su parte, lo hacen en la relación.

 

• La patología característica de la individualidad masculina es el “poder”. La patología de la individualidad femenina es la “fusión”, destruyen, con demasiada frecuencia, en ese caso, su propia identidad a lo largo del proceso (Gilligan).

 

En un artículo de Ana Moreno, Miembro de la Junta Directiva de Aecop, titulado "Coaching y mujer", dice lo siguiente: 

 

"Esta caracterización recoge el análisis profundo que subyace en los diferentes estilos de trabajo y liderazgo de hombres y mujeres. Las mujeres dan prioridad, en su actividad profesional, a la atención y cuidado de las personas y de las relaciones cálidas, usan la intuición, buscan el consenso y, para la resolución de los conflictos, prefieren el compromiso y la negociación.

 

La conciliación en la sociedad de la información en red:

 

Tan importante como entender las diferencias de estilo, es entender las diferencias de contexto en el que hombres y mujeres desenvolvemos nuestra vida profesional. Es importante reconocer que aunque se ha avanzado mucho en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, queda un largo camino por recorrer. Las mujeres están lejos de una adecuada representación en los puestos de alta dirección y las dificultades para conciliar la vida profesional y personal recaen, fundamentalmente, en las espaldas de las mujeres.

 

Trabajo y familia son los papeles vitales dominantes para la mayor parte de adultos ocupados en la sociedad contemporánea. Hasta hace unos años los modelos de organización laboral y personal seguían unos esquemas claros y estables. Hoy nos enfrentamos a profundos y continuos cambios, que nos obligan a movernos sin modelos de referencia:

 

• Las empresas ya no ofrecen estabilidad a sus profesionales.

• Los conocimientos que un trabajador tenía, podían sustentar su actividad profesional durante toda la vida.

• La gestión de las comunicaciones en las empresas jerárquicas y las relaciones con otras organizaciones, se han modificado sustancialmente.

• Las tecnologías aportan flujos de información masiva y los protocolos disponibles permiten una conectividad inimaginable hace sólo unos años.

• Los roles en las funciones laboral y personal entre hombres y mujeres se han modificado profundamente. Es cada vez más evidente que el cuidado de las personas, de los hijos, de los padres mayores, de las parejas y de uno mismo, está siendo la faceta de nuestras vidas que se está resintiendo más. Hay cosas que no mejoran con el aumento de la productividad, y un hogar “taylorizado” no es un avance, sino un empobrecimiento.

 

La gestión del tiempo se ha trasformado en un arte imposible: gestionar decenas de mails profesionales y personales, hablar por teléfono desde cualquier lugar y en cualquier momento, estar en permanente proceso de aprendizaje “osmótico” y formación, digerir montañas de informes, ser unos padres comprometidos, ser unos hijos disponibles, viajar, hacer deporte, desplazarnos en ciudades congestionadas, participar en ONG…. además hoy se espera disponibilidad permanente y jornadas semanales de 60 horas. Y si nos asomamos por una ventana al “tiempo laboral”, la velocidad, la presión, el estrés, la angustia, es cada vez más habitual y llega hasta niveles profesionales de menor responsabilidad.

 

Los programas de conciliación son cada vez más una prioridad pública, de las empresas y de las personas. La Unión Europea, dentro de las políticas de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, lo promueve como un pilar para el empleo de calidad en igualdad. Consiguientemente, los Estados Miembros están trasponiendo estas prioridades a leyes que favorezcan las opciones de conciliación en el marco laboral. En EEUU hace años que las áreas de recursos humanos diseñaron los primeros programas de work-life: retener a los mejores y aumentar la motivación de los trabajadores no era sólo cuestión de dinero. Las personas somos las que más tenemos que ganar y las que tenemos un desafío mayor: ayudar a cambiar los modelos que han estado vigentes durante decenios.

 

Mientras se encuentran soluciones, el día a día de muchos profesionales es estresante, y no hay duda de que esa sobrecarga para la atención de los distintos roles es mayor para las mujeres que asumen las responsabilidades del entorno familiar y doméstico en mayor proporción que los hombres.

 

El nuevo paradigma “integral” equilibra lo Femenino y lo Masculino.

 

La lectura de las teorías de Wilber hace pensar que la sociedad en red supone un acercamiento a la esencia femenina. El desarrollo de las mujeres, según Wilber, es más horizontal que vertical, más “linking (enlazar)” que “ranking (clasificar)”. Woodman apunta que lo Femenino prefiere el proceso al resultado, mientras que el estilo Masculino es fijar una meta e ir a por ella en línea recta.

 

Son muchas las feministas para las cuales las orientaciones masculina y femenina también constituyen una tipología o modalidad de interpretar el mundo. La idea, fundamentalmente basada en la obra de Carol Gilligan y Deborah Tannen, es que la orientación masculina típica, más asentada en el derecho y la justicia, tiende a ser más individualista, autónoma, abstracta e independiente, mientras que la orientación femenina, por su parte, basada en el respeto y la responsabilidad, tiende a ser más permeable, relacional y emocional.

 

Además, al igual que Wilber, Gilligan está de acuerdo en que tanto las mujeres como los hombres atraviesan tres (o cuatro) estadios jerárquicos del desarrollo: preconvencional, convencional, postconvencional, e integrado. La razón por la que tantas personas, especialmente las feministas, siguen creyendo, erróneamente, que Gilligan negó la existencia de una jerarquía femenina del desarrollo, se basa en el hecho de que Gilligan descubrió que los juicios emitidos por los hombres, tienden a basarse en el pensamiento jerárquico u ordenador, mientras que las mujeres, por su parte, suelen hacer lo mismo basándose en el pensamiento relacional o vinculador (centrándose así, respectivamente, en lo que Wilber denomina individualidad y relación). Pero lo que muchas personas olvidan es que Gilligan también dijo que la orientación femenina atraviesa tres (o cuatro) estadios jerárquicos, desde el egoísmo al respeto, de ahí al respeto universal y finalmente al integrado. Muchas feministas, pues, han confundido la idea de que las mujeres tienden a no pensar jerárquicamente, con la idea de que su desarrollo no procede de un modo jerárquico, porque, según la misma Gilligan, lo primero es cierto, pero lo último es falso. (Y, en opinión de Wilber, el hecho de que Gilligan haya sido tan mal interpretada a este respecto se debe a que en el nivel del desarrollo de color verde, se niegan todo tipo de jerarquías y, en consecuencia, no pueden siquiera percibir literalmente su mensaje con exactitud)."

 

 

En el capítulo 8 de "El ojo del Espíritu" (un capítulo titulado "El feminismo integral") resume esta investigación, diciendo que los hombres y las mujeres atraviesan las mismas olas generales del desarrollo, pero que los hombres tienden a hacerlo subrayando la individualidad, mientras que las mujeres, por su parte, centran más su atención en la relación. ''Esta visión del desarrollo del género nos permite servimos de las muchas contribuciones de los estudios acerca del desarrollo, pero también las complementa con una mejor comprensión del motivo por el cual las mujeres atraviesan las grandes olas de la existencia "con una voz diferente".

 

En el pasado, no era raro encontrar investigadores psicológicos ortodoxos que describían a las mujeres como "hombres" deficientes (afirmando, por ejemplo, que las mujeres "carecen" de lógica, racionalidad o sentido de la justicia, e incluso los hubo que llegaron a definirlas por "la envidia del pene" o, lo que es lo mismo, deseando aquello de lo que carecen). Hoy en día, por el contrario, no es extraño descubrir, sobre todo entre las feministas, el prejuicio opuesto, según el cual los hombres son "mujeres deficientes" (es decir, que "carecen" de sensibilidad, respeto, capacidad de relación, encarnación, etc.). Como se ve, en todas partes cuecen habas, de modo que un abordaje más integral podría permitimos rastrear el desarrollo a través de las grandes olas y corrientes de la existencia, pero también reconocer que unos y otras pueden navegar por el Gran Río de la Vida utilizando, en cada caso, un estilo, un tipo o "una voz diferente". Y ello significa que podemos reconocer las olas principales de la existencia, sin negar, la validez de ambas modalidades.

 

Continuando su análisis sobre el feminismo, Wilber, basándose en los estudios de Lenski y Chafetz sobre la evolución tecnoeconómica, explica que el cambio de la azada al arado (impulsado por la enormemente mayor productividad de éste), supuso un cambio masivo en la fuerza productiva, que pasó de tener una participación femenina importante a ser predominantemente masculina. Ello supuso que la esfera público/productiva cambiase desde un cierto equilibrio a una especialización y monopolización masculinas, impulsadas como dice Chafetz, por la eficiencia y la rapidez.

 

El mismo cambio en las formas de producción "matrifocales" o "bifocales" ocurrió en las sociedades basadas en el montar a caballo; un sorprendente 97 % de esas sociedades eran patrifocales/patriarcales (Lenski). Este cambio general de matrifocal/bifocal a patriarcal (el desarrollo del arado y del caballo) comenzó hacia el 3.000 a.C., y se aceleró alrededor del año 1.000 a.C., especialmente con el uso del hierro (espadas y arados). Las pruebas muestran con claridad que la ideología no tuvo prácticamente nada que ver en esta transformación; hubo distintas ideologías ligadas a la misma transformación de infraestructura básica; y en todos los casos la ideología siguió a la infraestructura (las deidades masculinas reemplazaron a las femeninas únicamente después de que el caballo y/o el arado fueran introducidos, no antes).

 

Se ha hablado mucho de este cambio de las estructuras matrifocales o bifocales (igualitarias) a las patriarcales, en especial por parte de las feministas que intentaban definir a la mujer como una víctima impotente, a pesar de que estas teorías de la opresión han fracasado consistente y espectacularmente en su intento de explicar los datos disponibles. Como señala Habermas, a estas "teorías de la imposición" ahora se las considera refutadas empíricamente.

 

La gran ventaja de las teorías más recientes (desde Chafetz a Nielsen, por no mencionar el auge popular del "poder feminista"), además de que se ajustan a las pruebas, es que se niegan a pintar a las mujeres como ovejas subyugadas y las ven como cocreadoras iguales, bajo las circunstancias dadas, de las diversas formas de interacción social; suponen una gran reafirmación para las mujeres y las hacen pasar de estar "definidas por el otro" a "codefinir con el otro" (en cada uno de los estadios del desarrollo humano).

 

La mayoría de las feministas de la primera y segunda ola, se desviaron de la pista, por el hecho de que las mujeres de otros tiempos y lugares elegían realmente valores que no encajan con su propia herencia liberal ilustrada. En consecuencia, la elección de esos valores fue atribuida a una fuerza externa (y no a una elección deliberada cocreada por las mujeres frente a la dificultad de las circunstancias); postular esta fuerza externa, inadvertida pero automáticamente, definió a la mujer como moldeada principalmente por el "otro". Se asumió simplemente que este "otro" malévolo era el Hombre Genérico, y los 101 Estudios sobre la Opresión fueron puestos en marcha con el extraño objetivo de devolver el poder a las mujeres definiéndolas, en primer lugar, como impotentes.

 

Las feministas de la tercera ola, que están calladas aunque reescribiendo de manera sensacional los libros de historia, contando la historia no de cómo las mujeres reaccionaron con nobleza ante las dificultades, sino de cómo tomaron activamente las mejores decisiones posibles en las espantosas condiciones conocidas como vida en la biosfera.

 

Así, cuando Chafetz nombra la industrialización como el mayor factor de liberación femenina, está describiendo el aspecto inferior derecho (de las 4 perspectivas básicas de la realidad, vean gráfico abajo del todo) de este cambio (y yo estoy de acuerdo). En el cuadrante inferior derecho, la industria hizo que la fuerza física fuera cada vez menos importante, lo que fue un factor de liberación para las mujeres que dejaron de ser servidoras exclusivas de la biosfera. Esto también explica por qué, históricamente, los primeros movimientos de liberación femenina, que habían florecido brevemente (allí donde la razón había emergido en primer lugar, como en Grecia o en India) no pudieron ser mantenidos. La base material (cuadrante Inferior Derecho) no contaba con la industria para mantener la diferenciación.

 

Ken Wilber en "Breve Historia de todas las cosas" (Kairós, Barcelona, 1997, p. 81), dice que “las mujeres no eran corderos ni los hombres eran cerdos. El patriarcado fue una co-creación consciente de los hombres y de las mujeres frente a circunstancias realmente duras. En estas sociedades patriarcales, en algunos aspectos los hombres lo tenía mucho peor que las mujeres. Digamos, para comenzar, que los hombres eran los únicos a quienes se re­clutaba para la defensa y que sólo a ellos se les pedía que arries­garan su vida por el Estado. La idea de que el patriarcado era un club de señoritos en la que sólo había diversión, diversión y diversión, se basa en una investigación muy pobremente documentada e ideológicamente muy sesgada”.

 

 

Corey W. deVos, en un artículo para "integrallife.com" sobre feminismo integral, escribe lo siguiente: 

 

Tomando sus raíces en la Ilustración europea, y llegando a buen término como una fuerza cultural y política durante la posmodernidad y "revolución" de mediados del siglo XX, el feminismo es ciertamente uno de los logros más importantes de la humanidad. Las primeras formas de feminismo se enfrentaron a la difícil tarea de tratar de definir los roles de hombres y mujeres en relación con los demás, sin tener acceso a un modelo preciso de desarrollo y experiencia humanos. Como resultado, el pensamiento feminista se ramificó rápidamente en muchas escuelas diferentes de feminismo: feminismo liberal, feminismo marxista, feminismo radical, feminismo libertario, ecofeminismo, feminismo postestructural, feminismo compatiblista, etc. Cada una de estas escuelas posee su propio conjunto de fundamentos-suposiciones y conclusiones generales, mientras que, invariablemente, deja algún aspecto crucial de la condición humana en el camino sin tener en cuenta.

 

Por supuesto, ninguna de estas escuelas puede ser criticada por producir estas teorías incompletos de la realidad; todo lo contrario, es solo por el enorme volumen de datos, investigación y conocimiento generado por estos diversos vectores de investigación, que podemos comenzar a extraer información. Lo mejor de estas escuelas feministas juntas en una visión integral del sexo,  género y sexualidad.

 

Aquí, Ken Wilber ofrece una breve descripción de precisamente este tipo de feminismo integral, teniendo en cuenta las cuatro dimensiones principales de la experiencia humana: personal, cultural, biológica y sociológica, representadas más completamente en el gráfico al final de esta página. Se  discute cómo casi todas las escuelas precedentes de feminismo, tienden a centrarse exclusivamente en una o dos de estas dimensiones, mientras descartan los datos y perspectivas de otras dimensiones de la experiencia humana, o intentan reducir estas opiniones según sus propias presuposiciones parciales.

 

Tomadas una por una, estas escuelas conflictivas de pensamiento feminista, parecen pintar un mosaico caótico y dolorosamente fragmentado de la sexualidad humana. Pero cuando se toman juntos, comenzamos a reconocer nuestra propia integridad intrínseca y mutua, descubrimos nuevos canales de intimidad que se adentran en nuestros corazones; y ser testigo de mundos enteros que están empapados de belleza ubicua.

 

En 1991, la pensadora feminista Naomi Wolf escribió "El mito de la belleza", un libro que algunos han considerado como una especie de "última palabra" sobre la belleza desde la perspectiva del pensamiento feminista, subtitulada "Cómo usar las imágenes de belleza contra las mujeres", Wolf argumenta que las mujeres a menudo son oprimidas por los estándares occidentales de belleza, que cree que son una especie de última línea de defensa por parte del patriarcado instituido por hombres para dominar el espíritu, la psique y la sexualidad de hembras en todas partes:

 

“La belleza es un sistema monetario como el patrón oro. Como cualquier economía, está determinada por la política, y en la era moderna, en Occidente, es el último y mejor sistema de creencias que mantiene intacto el dominio masculino".

Naomi Wolf

 

"El mito de la belleza", fue un libro muy influyente dentro de los círculos feministas, y ha hecho importantes contribuciones a la discusión sobre la belleza femenina, particularmente su naturaleza culturalmente construida, su dependencia de los estándares masculinos de belleza y su impacto en casi todas las esferas de la vida cotidiana. Sin embargo, podríamos estar en desacuerdo con algunas de sus conclusiones más importantes, muchas de las cuales son el resultado de una dimensión importante del sexo, el género y la sexualidad, que se colapsan, confunden o dejan completamente fuera del cuadro. Por ejemplo, aunque ciertamente hay un componente muy fuerte construido culturalmente de nuestras concepciones de belleza, no es de ninguna manera el único factor, como parece afirmar Wolf: hay al menos otros tres amplios componentes en nuestras definiciones de belleza, incluyendo biología, psicología del desarrollo y sistemas tecnoeconómicos.

 

El mito de la opresión:

Teniendo en cuenta que uno de los motivos centrales del pensamiento feminista es ayudar a las mujeres a sentirse más cómodas con sus propios cuerpos, este tipo de definiciones parciales de belleza han creado más tensión entre las mujeres y su relación con su forma física. Para muchas pensadoras feministas, cualquier participación con las nociones actuales de belleza física es vista como egocéntrica, superficial y superflua, es decir, ponerse carmín labial es solo otra forma de rendición, admitir la sumisión culpable a un patriarcado que solo busca dominar y controlar a las mujeres a través de su sexualidad. Si bien esto puede sonar como una caricatura bastante extrema del feminismo, y en muchos sentidos lo es, sigue siendo un sentimiento activo en las discusiones en curso sobre feminismo y belleza, para frustración de mujeres y hombres por igual.

 

Esto nos lleva a uno de los conceptos erróneos más universales y fundamentales en prácticamente todo el pensamiento feminista, lo que podríamos llamar "el mito de la opresión". Como Ken Wilber señala, para que un grupo de personas sea verdaderamente oprimido, es necesario que al menos Una de las tres siguientes posibilidades sea verdadera: 1) son más tontas, o 2) más débiles o 3) menos en número que sus opresores. Es dudoso que podamos encontrar a cualquier persona sana, hombre o mujer, que sugiera que las mujeres han caído en alguna de estas categorías, y sin embargo, el mito de la opresión sigue vigente, una parodia sombría de la opresión real que tienen los hombres y las mujeres. Ambos experimentados a lo largo de nuestra historia compartida.

 

Es crucial enfatizar lo siguiente: aunque puede que sea necesario replantear nuestras concepciones populares de la opresión masculina/femenina, desacreditando el mito de las mujeres como víctimas perennes, en ningún momento estamos disminuyendo las experiencias reales de opresión que las mujeres encuentran cada día, por todo el mundo. En todo momento las mujeres están siendo desmoralizadas. Su identidad se está mercantilizando, empaquetando y vendiendo, para obtener un beneficio rápido. Su sexualidad está siendo forzada o arrancada, su alma devastada por abusos de naturaleza física, emocional y espiritual.

 

No se puede negar que la opresión femenina existe en este mundo, que los innumerables casos de explotación e inequidad persisten hasta el día de hoy, y que las mujeres, con demasiada frecuencia, son las víctimas de esta opresión. Bastaría para destruir el corazón de cualquier hombre, si se abriera a la gravedad del sufrimiento de las mujeres, aunque sea por un momento. Y está claro que los hombres de todo el mundo necesitan reconocer estos casos de violencia, encontrar una manera de “ser hombre” colectivamente, y tomar mayor responsabilidad por los comportamientos de su género, y comenzar a redefinir conscientemente la identidad masculina.

 

Pero cuando tratamos de identificar la fuente de esta opresión, debemos tener cuidado de no dejarnos arrastrar por las emociones fuertes y complejas en torno a la opresión masculina/femenina, o sucumbir a las simplificaciones excesivas presentadas por tantas pensadoras feministas: la narrativa popular de que la historia humana es un complot gigante, inventado por hombres, para mantener a las mujeres bajo su control. No se equivoquen, hombres y mujeres son ambos oprimidos, por nosotros mismos, por los demás, y por las fuerzas de la historia. El temido patriarcado y todo con lo que está asociado (las marcadas divisiones entre el trabajo, los roles de género, la sexualidad, el temperamento, etc.), hombres y mujeres han creado este lío juntos, por pura necesidad de  supervivencia humana, y ambos sufren bajo su losa. Por lo tanto, un enfoque integral del feminismo, no sería enmarcar el tema como la lucha de la mujer para escapar de su opresión histórica de los hombres, sino como hombres y mujeres, juntos, luchando para escapar de la opresión de la historia misma.

 

Más allá de la mirada masculina:

No hay mejor barómetro de la profundidad y sofisticación de una cultura que su arte. Nuestras alturas y nuestras bajeces, desde los pináculos de lo sublime, hasta las depravaciones, todo esto se expresa en la música, el arte visual, la literatura y cualquier otro acto de creatividad, haciéndose eco del latido vivo de una cultura. En muchos sentidos, nuestro arte es un espejo, que refleja nuestra belleza, nuestras imperfecciones y nuestros prejuicios. Pero el arte no es inerte; vive y respira a través de nosotros, influye en nuestros valores e inspira nuestras virtudes, inculcando inconscientemente el significado de la experiencia.

 

Nuestras identidades están íntimamente moldeadas por los sonidos, visiones y guiones que nos rodean. Estas identidades que a menudo están limitadas por el espíritu creativo en el que nacemos, colocan limitaciones simbólicas en las que podemos, o no, convertirnos. Cuando nos quedamos sin puntos de referencia, nos quedamos sin significado. Y cuando nos quedamos sin sentido, nos confrontamos contra nuestra propia cordura.

 

Esto es precisamente lo que hace que una visión evolutiva del arte sea tan fascinante. A lo largo de la historia, las culturas en desarrollo han golpeado inevitablemente sus cabezas sobre el techo de lo que se puede y no se puede decir, obligándolos a decir cosas nuevas, a crear nuevos puntos de referencia, nuevas formulaciones de significado, nuevas reflexiones de belleza, bondad y verdad. En estos momentos, el verdadero genio de la humanidad cobra vida: nacen nuevos mundos, nuevos lenguajes que representan nuevas percepciones y experiencias, todo ello extraído de la misma creatividad ilimitada que enciende galaxias enteras en la tinta negra del espacio.

 

Hemos visto exactamente este tipo de avance creativo hacia la novedad en las últimas décadas, particularmente en torno al movimiento feminista aún emergente. Armadas con los nuevos y diversos lenguajes del pluralismo, el posmodernismo y el liberalismo, las mujeres de todo el mundo comenzaron en masa a deconstruir las identidades que les habían sido entregadas por la cultura, especialmente aquellos aspectos de la identidad que sentían que los hombres les habían impuesto. De muchas de nuestras ideas sobre el arte. No solo el contenido en sí, la forma y función que podemos ver de inmediato, sino también todos los elementos invisibles: los sesgos, suposiciones y perspectivas invisibles que, con el tiempo, se convierten en el sustrato incuestionable de nuestras relaciones con la realidad.

 

Una de las críticas más poderosas que surgieron del pensamiento feminista, es la deconstrucción de lo que se conoce como la "Mirada masculina". Originalmente presentada por Laura Mulvey, en su ensayo "Placer visual y cine narrativo", la "Mirada masculina" se usa para describir lo que es percibido como una relación de poder asimétrica entre espectador y lo observado, la mirada y lo mirado, en el que los hombres imponen la objetivación a las mujeres. Esta crítica, que va más allá del contenido obvio de una obra de arte, cuestiona tanto el contexto de la pieza como la perspectiva desde la cual fue creada, desafiando no solo lo que está en el texto, sino también cómo se presenta el texto. Las feministas han debatido durante mucho tiempo cómo deben relacionarse con la Mirada masculina: algunas se sienten victimizadas por ella, algunas desean negarla por completo, mientras que otras desean entenderla y aceptarla como la expresión natural de lo masculino.

 

Por otra parte, nuestra sexualidad cultural está creciendo a través de varias etapas distintas de madurez. Si bien hay muchas formas diferentes de analizar el espectro del desarrollo sexual, una manera simple de abordar la cuestión es usar un modelo básico de tres etapas:

 

La Etapa 1 representa un período de integración cultural, en el que nuestras identidades se entrelazan inextricablemente con nuestra cultura circundante. La Etapa 1 es un campo de juegos de estereotipos: cerdos machos y ovejas histéricas, clubes de hombres de las cavernas y máquinas para hacer bebés. Caricaturas, sí, pero como cada estereotipo contiene algún elemento de verdad o patrón de comportamiento, a menudo no están demasiado lejos de la realidad.

 

La etapa 2 suele ir acompañada de una transvaloración de los roles de género masculinos y femeninos, por ejemplo, la idea de que, para que el campo de juego sea realmente uniforme, las mujeres deben tener tantas oportunidades en la esfera pública como los hombres. Aquí encontramos la masculinización de las mujeres y la feminización de los hombres, cada rol intenta definirse a sí mismo de acuerdo con el otro.

 

La Etapa 3 representa una integración de las polaridades masculinas y femeninas, tanto en hombres como en mujeres, enfatizando la necesidad de ser más de lo que ya eres, en lugar de lo que no eres. La sexualidad en la Etapa 3 se enfoca en "limpiar" muchas de las sombras personales y culturales que quedan de la Etapa 1 y trasciende la división mente/cuerpo que a menudo ocurre en la etapa 2, mientras se avanza cada vez más hacia una mayor claridad, presencia y luminosidad en hombres y mujeres por igual.

 

Aquí, Ken Wilber, identifica lo que él ve como los dilemas centrales para el feminismo y los estudios de género en general: cómo escapar de los interminables ciclos de culpa y victimización (narraciones que usualmente se reducen, y con frecuencia se desmantelan por completo, en la madurez de la "Etapa 3") y cómo las mujeres pueden alinearse tanto con su individualidad como con sus relaciones. Esta lucha perpetua entre la autonomía de una mujer y su comunión (relaciones), ha enturbiado las aguas de la identidad sexual durante décadas, ya que ambas partes han sido igualmente exaltadas y demonizadas, según el entorno actual del pensamiento feminista.

 

Si el modelo Integral puede ofrecer algo, es una comprensión conceptual de todos los diversos componentes de nuestra identidad sexual:

 

crecimiento y desarrollo humano

polaridades energéticas masculinas / femeninas,

biologías masculinas / femeninas, 

roles de género de hombres / mujeres, 

circunstancias tecnológicas / económicas, 

distinciones mente / cuerpo, 

mentalidades de víctima / perpetrador, 

unidades autónomas / comunitarias, 

presiones individuales / colectivas, etc.

 

Y aunque el simple hecho de tener una teoría, no nos libera de nuestro cautiverio mutuo, al menos ofrece una vista de 50.000 metros de altura de nuestra prisión psico-sexual, un panóptico de perspectivas desde el cual hombres y mujeres juntos pueden idear la última fuga de la cárcel, rompiendo los grilletes de la opresión y escapar de la tiranía de la historia misma.

 

 

Vídeo en inglés en donde Wilber habla sobre feminismo

Links sobre feminismo integral


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Comentarios: 2
  • #1

    Pauli (martes, 27 octubre 2020 21:44)

    Según yo el error conceptual de Wilber/Gilligan no va tanto por lo de las jerarquías como por la confusión esencialista sexo/género. Error conceptual porque una cosa son los mandatos de masculinidad/feminidad y otra cosa diferente es quienes se reconocen a sí mismos como hombres o como mujeres. Es decir, es más complejo, o lo que es lo mismo, no es tan simple como hombre-masculinidad y mujer-feminidad

  • #2

    Joan Umbert Font (miércoles, 28 octubre 2020 00:53)

    Hola Pauli. Gracias por tu comentario, aunque Wilber no asocia inseparablemente el sexo al género. Se puede ser hombre femenino. Para entender mejor la visión de Wilber, te recomiendo complementar este artículo de aquí arriba con este otro https://gabinetepedagogico.jimdofree.com/2011/02/20/eros-%C3%A1gape/