El desarrollo del sentido estético

 

 

No hay mejor barómetro de la profundidad y sofisticación de una cultura que su arte. Nuestras alturas y nuestras bajeces, desde los pináculos de lo sublime, hasta las depravaciones, todo esto se expresa en la música, el arte visual, la literatura y cualquier otro acto de creatividad, haciéndose eco del latido vivo de una cultura. En muchos sentidos, nuestro arte es un espejo, que refleja nuestra belleza, nuestras imperfecciones y nuestros prejuicios. Pero el arte no es inerte; vive y respira a través de nosotros, influye en nuestros valores e inspira nuestras virtudes, inculcando inconscientemente el significado de la experiencia.

 

Nuestras identidades están íntimamente moldeadas por los sonidos, visiones y guiones que nos rodean. Estas identidades que a menudo están limitadas por el espíritu creativo en el que nacemos, colocan limitaciones simbólicas en las que podemos, o no, convertirnos. Cuando nos quedamos sin puntos de referencia, nos quedamos sin significado. Y cuando nos quedamos sin sentido, nos confrontamos contra nuestra propia cordura.

 

Esto es precisamente lo que hace que una visión evolutiva del arte sea tan fascinante. A lo largo de la historia, las culturas en desarrollo han golpeado inevitablemente sus cabezas sobre el techo de lo que se puede y no se puede decir, obligándolos a decir cosas nuevas, a crear nuevos puntos de referencia, nuevas formulaciones de significado, nuevas reflexiones de belleza, bondad y verdad. En estos momentos, el verdadero genio de la humanidad cobra vida: nacen nuevos mundos, nuevos lenguajes que representan nuevas percepciones y experiencias, todo ello extraído de la misma creatividad ilimitada que enciende galaxias enteras en la tinta negra del espacio.

 

Hemos visto exactamente este tipo de avance creativo hacia la novedad en las últimas décadas, particularmente en torno al movimiento feminista aún emergente. Armadas con los nuevos y diversos lenguajes del pluralismo, el posmodernismo y el liberalismo, las mujeres de todo el mundo comenzaron en masa a deconstruir las identidades que les habían sido entregadas por la cultura, especialmente aquellos aspectos de la identidad que sentían que los hombres les habían impuesto. De muchas de nuestras ideas sobre el arte. No solo el contenido en sí, la forma y función que podemos ver de inmediato, sino también todos los elementos invisibles: los sesgos, suposiciones y perspectivas invisibles que, con el tiempo, se convierten en el sustrato incuestionable de nuestras relaciones con la realidad.

 

Etapas del desarrollo de la concepción estética según Housen

 

Housen desarrolló un método de investigación para poder estudiar los mecanismo de pensamiento de las personas con diferentes grados de conocimiento. Quería comprobar si existían algunas pautas que pudieran ayudarla a comprender las diferencias de los distintos niveles de habilidad, y jalonar el sendero que conduce desde el principiante hasta el experto. Realizó entrevistas sin pautas predeterminadas a cientos de personas de distinta edad, sexo, etnia, situación económica, educación, procedencia, experiencia y conocimiento del arte.

 

Durante la recopilación y el análisis de una enorme cantidad de datos empíricos, Housen descubrió distintos modelos de pensamiento basados en el grado de contacto que se había tenido con el arte. Estos modelos eran similares a las conclusiones de otros científicos, que postulaban que todo el desarrollo se verifica en un recorrido en el que unas fases van sucediendo a otras, del mismo modo que primero se gatea y después de camina. Así que, partiendo de un marco evolutivo, Housen empleó los datos que había ido recopilando para dar a conocer una “teoría de los estadios”, una descripción del desarrollo estético que explica y predice comportamientos y cambios.

 

La investigación de Housen indica que, como en el caso de la lectura, el proceso de comprensión del arte se aprende en distintos estadios a lo largo de los años. La competencia lectora comienza a desarrollarse a edad temprana, mucho antes de que se inicie la escolarización, y durante este aprendizaje concurren intereses diversos, destrezas y métodos de enseñanza. La mayoría de nosotros hemos presenciado ese momento en que el niño comienza a reconocer las letras, a balbucear palabras, hasta que por fin comprende lo que lee por sí mismo. Es necesario reconocer que el aprendizaje visual es también un proceso largo y complicado que requiere sistemas comparables para enseñarlo. Los mecanismos de este proceso, ideados para atender las necesidades concretas del individuo en un momento determinado, harán que llegue a comprender las estructuras visuales.

  

Estadios de Desarrollo Estético:

 

Estadio I

 

El observador informador narra historias. Los sentidos, los recuerdos y las asociaciones personales le permiten realizar observaciones concretas sobre la obra de arte que se entretejen formando un relato. En este caso, los juicios se basan en el conocimiento y el gusto personal. Las emociones ilustran sus comentarios, y el observador siente que se introduce en la obra de arte y se integra en su desarrollo.

 

Estadio II

 

El observador constructivo elabora un marco para observar las obras de arte empleando las herramientas más lógicas y accesibles: sus propias percepciones, su conocimiento del mundo natural y los valores de su entorno social, moral y convencional. Si la obra de arte no se presenta “como debe”, esto es, si el oficio, la destreza, la técnica, el esfuerzo, la utilidad y la función no son evidentes, o si el tema de la maternidad se ha transformado en una guerra de sexos, entonces este observador considera la obra de arte “rara”, deficiente, carente de valor. Este valor suele determinarse atendiendo al criterio de lo que el observador entiende por realista. Cuando las emociones empiezan a sacudir su interior, el observador constructivo se distancia de la obra de arte y desarrolla un interés por el propósito del artista.

 

Estadio III

 

El observador clasificador adopta la postura analítica y crítica de un historiador del arte. Quiere identificar la obra con respecto al lugar, la escuela, el estilo, la época y el origen. Desentraña su significado recurriendo a su bagaje de cifras y hechos, siempre dispuesto y ávido por ampliarlo. Este observador cree que el significado y el mensaje de la obra de arte, debidamente clasificados, pueden explicarse y racionalizarse.

 

Estadio IV

 

El observador interpretativo busca un encuentro personal con la obra de arte. Las sutilezas de las líneas, las formas y el color se le revelan mientras explora el lienzo, dejando que el significado de la obra vaya desplegándose poco a poco. En este caso, su capacidad crítica se pone al servicio de sus sentimientos y su intuición cuando aflora el significado oculto de la obra y lo que ésta simboliza. Cada nuevo encuentro con una obra de arte supone una oportunidad renovada de establecer comparaciones, percepciones y experiencias. Sabedor de que las características y el valor de la obra de arte son susceptibles de reinterpretación, este observador entiende que sus propios procesos están sujetos a la causalidad y al cambio.

 

Estadio V

 

El observador recreador, ducho en la contemplación y la reflexión de la obra de arte, “deja voluntariamente de ser un incrédulo”. Una pintura conocida es como un viejo amigo que se conoce íntimamente pero que todavía nos depara sorpresas, que merece la atención de nuestro quehacer cotidiano pero que, al mismo tiempo, existe en un plano superior. Como en toda amistad que se precie, el tiempo es un elemento fundamental, lo que le permite conocer la biografía de una obra –su época, su historia, sus claves, sus viajes, sus complejidades. Al hacer uso de su propia experiencia con una obra en concreto, y con la contemplación en general, este observador combina la reflexión personal con los análisis que suelen abordar asuntos universales. Los recuerdos se funden en el paisaje de la pintura, en intrincada combinación entre lo personal y lo universal.

 

A la hora de comprender el desarrollo estético, es importante observar que aunque el crecimiento esté relacionado con la edad, no viene determinado por ella. Dicho de otro modo, una persona de cualquier edad sin experiencia en el campo del arte estará por fuerza en el estadio I. Un adulto no se encontrará en un estadio superior a un niño por meras razones de edad o educación. El contacto prolongado con el arte es el único modo de evolucionar; no hay desarrollo estético posible si no concurren el arte y el tiempo. 

La esencia última del arte. Por Ken Wilber

 

"Preguntémonos ahora por la esencia última del arte. Es fácil reconocer, cuando contemplamos, por ejemplo, un Van Gogh, que el arte verdadero tiene la capacidad de suspender el aliento del espectador. Cuando el verdadero arte impacta en nosotros ―o mejor dicho, penetra en nuestro ser― nos conmociona tal vez durante un segundo o dos y nos abre a percepciones anteriormente desconocidas. En ocasiones, obviamente, las cosas son mucho más tranquilas y la obra de arte va impregnando lentamente todos nuestros poros, pero el hecho es que, en cualquiera de los casos, termina provocando un cambio, más grande o más pequeño, en nosotros.

 

No resulta, pues, extraño que, tanto en Oriente como en Occidente, el arte se hallara asociado, hasta hace muy poco, a la transformación espiritual (y con ello no estoy refiriéndome, en modo alguno, al arte meramente "religioso" o "iconográfico").

 

Algunos de los grandes filósofos modernos, como Schelling, Schiller o Schopenhauer, han subrayado el poder trascendente de la obra de arte. Cuando contemplamos un objeto hermoso (natural o artístico), toda nuestra actividad queda en suspenso y simplemente estamos atentos, sólo queremos contemplar el objeto. Y mientras perdure ese estado contemplativo, no queremos nada del objeto, sólo queremos contemplarlo y que ese estado perdure; no queremos comérnoslo, apropiárnoslo, escapar de él ni modificarlo sino sólo contemplarlo, permanecer en su presencia.

 

En la conciencia contemplativa, desaparece momentáneamente nuestro aferramiento egoico al tiempo y nos relajamos en nuestra conciencia esencial, descansamos en el mundo tal cual es, no tal como desearíamos que fuese. Cuando nuestro ojo descansa en el centro del ciclón contemplamos directamente el rostro de la quietud. En tal caso no hacemos nada por cambiar las cosas sino que sólo contemplamos el objeto tal cual es. Éste es el extraordinario poder que tiene la obra de arte, atrapar nuestra atención y dejarla en suspenso, el poder de contemplar ―en ocasiones admirados y en otras en silencio― pero siempre ajenos al desasosiego que caracteriza nuestra vigilia.

 

Poco importa, en este sentido, el contenido concreto de la obra. Porque la auténtica obra de arte nos atrapa ―incluso contra nuestra voluntad― y nos deja absortos y en silencio, liberados del deseo, ajenos a todo intento de apresar, libres del ego y libres de toda contracción sobre nosotros mismos. Y en esa apertura o claro de nuestra conciencia pueden aflorar verdades más elevadas, revelaciones más sutiles y conexiones más profundas hasta llegar tal vez, por un momento, a palpar incluso la eternidad. ¿Es posible acaso decir el tiempo que hemos permanecido suspendidos en la apertura que la gran obra de arte desencadena en nuestra conciencia?

 

Lo único que usted desea es contemplar, que ese estado no tenga fin, olvidándose del pasado y del futuro, de usted mismo y de su propio nombre. El noble Emerson dijo: "Las rosas que hay bajo mi ventana no se refieren a rosas anteriores o a rosas más hermosas; son lo que son y existen con Dios hoy. Para ellas el tiempo no existe, lo único que existe es la rosa, perfecta en cada momento de su existencia. Pero el hombre pospone o recuerda, no vive en el presente, sino que se lamenta del pasado o, desatento a los milagros que le rodean, se pone de puntillas para tratar de atisbar el futuro. No es posible ser feliz y fuerte hasta que moremos con la naturaleza en el presente, más allá del tiempo".

 

El gran arte suspende ese movimiento ―que nos lleva a lamentarnos por el pasado y a anticipar el futuro― y nos abisma en el presente eterno, permitiéndonos estar con Dios hoy mismo, perfectos a nuestro modo, abiertos a la opulencia y beatitud de un reino que nuestra época ha olvidado pero que el gran arte nos recuerda no tanto por su contenido como por sus efectos, suspendiendo el deseo de estar en otra parte. De este modo se desata el nudo de agitación que alienta en el corazón del yo sufriente y nos liberamos ―por un segundo, por un minuto o por toda la eternidad― de la contracción que nos mantiene encerrados en nosotros mismos.

 

Ése es exactamente el estado que nos provoca el gran arte, sin importar, en modo alguno cuál sea su contenido (insectos, budas, paisajes o abstracciones). Desde esta perspectiva ―desde este contexto― el gran arte puede ser juzgado por su capacidad para suspender nuestro aliento, diluir nuestro yo y sustraemos, simultáneamente, del flujo del tiempo.

 

Y sea cual fuere el significado de la palabra "espíritu" ―coincidamos, por ejemplo, con Tillich, en que tiene que ver con aquello que moviliza nuestro interés último―, en el asombroso instante en que el gran arte penetra en usted y le transforma, el Espíritu resplandece en este mundo con mayor intensidad.

 

Demos ahora todavía un paso más hacia adelante. ¿Sería acaso posible que pudiéramos contemplar al universo entero como la más hermosa y delicada obra de arte? ¿Sería posible contemplar, en este mismo instante, cada cosa y cada evento ―sin excepción alguna― como un objeto intrínsecamente bello?

 

Porque esa visión nos dejaría momentáneamente petrificados, toda nuestra ansiedad por escapar o por apresar algo quedaría provisionalmente en suspenso, nos libraríamos de la contracción sobre nosotros mismos y moraríamos en la contemplación sin elección de todo lo que es. Al igual que la obra del arte o el objeto hermoso suspende momentáneamente nuestra voluntad, la contemplación del universo como el más bello de los objetos nos abriría a la conciencia sin elección de lo que es, no de lo que debería ―o podría― ser.

 

Porque ¿no es, acaso, posible que cuando percibimos la belleza de todas las cosas, sin excepción alguna, nos hallemos realmente en el ojo del espíritu y que el Kosmos entero, tal cual es, sea una manifestación de la belleza? ¿No es, acaso, posible que el Kosmos sea, de hecho, la más resplandeciente obra de arte del Espíritu?

 

Desde esta extraordinaria perspectiva, el Kosmos entero es la obra de arte de la radiante creatividad de nuestro yo superior porque, cuando lo contemplamos desde el ojo del Espíritu, cualquier objeto del universo se convierte, de hecho, en una manifestación radiante de la belleza.

 

Y viceversa. Porque, en el caso de que pudiéramos, aquí mismo, en este mismo instante, mirar cada cosa y cada evento del universo entero corno un objeto resplandecientemente hermoso, nos liberaríamos de nuestro ego y sólo perduraría el Espíritu. En tal caso sólo querríamos contemplar la incesante belleza y perfección del Kosmos. No desearíamos, entonces, escapar del universo, apropiárnoslo ni modificarlo en modo alguno porque, en ese estado contemplativo, desaparecerían todo temor, toda esperanza y todo movimiento; en ese instante, sólo desearíamos contemplar y testimoniarlo todo; en ese instante, nos habríamos liberado radicalmente del deseo, de la codicia, de todo movimiento; en ese instante, moraríamos en el centro de la conciencia pura y transparente y todo nuestro ser se hallaría impregnado de la belleza última de todo lo que emana.

 

Ni la más pequeña mota de polvo está excluida de esta belleza; ningún objeto ―sin importar cuan "feo", "terrible" o "doloroso" sea― es ajeno al amoroso abrazo de la contemplación, porque todas y cada una de las cosas expresan por igual y por toda la eternidad la resplandeciente transparencia del Espíritu. Cuando usted percibe la belleza primordial de cualquier cosa del universo, está percibiendo la gloria del Kosmos en el ojo del Espíritu, el yo del Espíritu, el yo-yo radical del universo entero. Usted está pleno de infinito, resplandece con la luz de miles de soles y todo es perfecto tal y como es, siempre y por toda la eternidad, cuando contempla esto, su más hermosa obra de arte, la totalidad del Kosmos, el objeto de gozo y beatitud radiante interminable que se halla en el corazón mismo de todo cuanto existe.

 

Piense en la persona más hermosa que usted haya visto nunca. Piense en el momento preciso en que vio sus ojos y, por un instante efímero, quedó paralizado sin poder apartar la mirada de esa imagen. Usted miró y quedó cautivado por la belleza que le transportó fuera del tiempo. Suponga ahora que esa misma belleza resplandece en el interior de todas las cosas del universo; suponga que cada roca, cada planta, cada animal, cada nube, cada persona, cada objeto, cada montaña, cada arroyo ―aun las montañas de desperdicios y los sueños rotos― irradia esa misma belleza. En tal caso usted quedaría sosegadamente paralizado ante la belleza amorosa de todo lo que le rodea. Cuando usted contempla la incesante belleza de la obra de arte que es el mundo entero se libera de toda contracción, se libera del tiempo, se libera del temor y descansa finalmente en el ojo del Espíritu.

 

Pues bien, esa belleza que todo lo impregna no es un mero ejercicio de imaginación creativa, sino la estructura misma del universo. Esa belleza que rezuma en todo es, de hecho, la naturaleza misma del Kosmos en este mismo instante. No se trata, pues, de algo que usted tenga que imaginar porque es la estructura misma de todo lo que puede percibir. Cuando usted se halla en el ojo del Espíritu, la belleza resplandece en todo objeto. Cuando las puertas de la percepción están limpias, el Kosmos entero es el amado perdido y reencontrado, el rostro original de la belleza primordial, ahora, y también ahora, interminablemente ahora. Y ante esa deslumbrante belleza terminará usted desvaneciéndose por completo y nunca volverá a saber de sí, excepto en esas noches serenas en que el viento sopla suavemente sobre las colinas y las montañas susurran quedamente su nombre."

 

Fuente: Ken Wilber. El ojo del espíritu (Kairós, 2005). 

 

DIÁLOGOS CON KEN WILBER (parte 6): ARTE Y CONCIENCIA

 

Durante este fragmento de la entrevista, Ken Wilber menciona obras literarias, musicales y cinematográficas: Matrix, Pink Floyd y La cabaña del tío Tom... El importante rol que cumplen las diferentes expresiones artísticas en los procesos de desarrollo humano. ¿Qué es el arte integral?

 

- ¿Qué puede hacer el arte para la perspectiva integral y su difusión?

 

- El arte es crucialmente importante. Se lo puede considerar como una inteligencia múltiple, en varios sentidos. Puede inclusive ser considerada como una capacidad humana especifica. De todos modos, en términos de cómo ayuda en la transformación humana, creo que es muy profundo porque puede dar experiencias cumbre. Esto puede ser con respecto a una estructura (vertical) o un estado (de conciencia) mayor. En general el gran arte moviliza a las personas hacia el testimonio causal, o hacia la conciencia no dual. El testimonio causal surge cuando presencias una pintura, un paisaje, música, y estás completamente fascinado; te encuentras en una contemplación absoluta, que suspende la voluntad y toda clase de actividad. Lo único que deseas hacer es contemplar ese objeto artístico. Puedes tener una experiencia muy espiritual, cualesquiera sean los términos con los que la describes, que te permita vislumbrar profundamente el verdadero ser. La expresión artística en sí puede ser cualquier cosa, también una manzana. Pero evoca la conciencia; es el verdadero ser, la conciencia pura y la capacidad de testimonio puro. Todo tipo de gran arte tiene capacidad de hacer eso y más. Puede disolver al testigo, generando una experiencia de unión o fluidez con el trabajo artístico. Esto ocurre muy seguido y especialmente con la música. Probable motivo por el cual Schopenhower mencionaba la música cuando relataba que el arte le daba experiencias espirituales. El contenido puede ser transmitido si hay extractos verbales explícitos, que dan la posibilidad de transmitir características relacionadas con estructuras verticales.

 

- ¿Puede especificar esto último?

 

- La literatura en particular introduce estadios más elevados de conciencia que el centro de gravedad promedio. Algunas veces esto es profundo y tiene efectos profundos en la historia. Un trabajo artístico que expresó la visión naranja (moderna, racionalista) de Estados Unidos fue La cabaña del tío Tom. Probablemente este libro representó el evento más catalítico en relación al inicio de la guerra civil, sosteniendo al movimiento abolicionista. Primavera silenciosa, de Rachel Carlson, es considerado fundador del movimiento ambientalista. El arte puede hacer eso, y causar el movimiento o ser causado por el nuevo movimiento. Sin embargo, históricamente siempre hay expresiones artísticas que guían la vanguardia de estas transformaciones verticales, y expresan el siguiente nivel, incluso de un modo atractivo.

 

- ¿Qué rol tiene el factor estético?

 

- Es de extrema importancia. Un trabajo artístico que contiene fundamentos normativos es uno de los modos a través de los cuales es impulsada la existencia de estructuras más elevadas, porque es un “deber ser” pero en un paquete bello, atractivo, que uno quisiera leer, observar y experimentar. Es la cuchara de azúcar que ayuda a tragar la medicina. Puede ser muy valioso en las transformaciones genéricas que ocurren. Una de ellas puede estar relacionada con los estados de conciencia, la libertad, el vacío, la que podemos llamar espiritual; y la otra, con el desarrollo vertical, relativo a la compasión, que podemos denominar educativa. El arte puede cruzarse con ambos. Generalmente cuando es narrativo hace referencia a las estructuras, y si no, a los estados de conciencia. Puede incluso generar ambos al mismo tiempo. Sin embargo, el trabajo artístico puede hacerse desde cualquier altitud y ser cualquier cosa.

 

- ¿Puede dar un ejemplo acerca de alguna creación artística que usted considere integral?

 

- Hay una sección en integral naked donde tenemos arte, y en teoría todo allí debería ser integral pero diría que sólo un cuarto lo es. Es complicado definir el arte integral, pero una forma de hacerlo es la definición a la que llegó, tras mucho debate, el área de arte en la Universidad Integral: “El arte integral es cualquier arte producido por una conciencia integral”. En cierto sentido se deriva de la idea del Zen, donde el estado de iluminación puede ser representado con una sola pincelada. Es la presencia de la pincelada, y su perfección, aquello que transmite estados de iluminación a quienes pueden ver. No es necesario que sea un arte de todo, que represente al universo entero. Ese sería más bien arte totalizador; y se puede hacer eso, pero no es necesariamente integral. En cambio, es la producción de cualquier trabajo artístico de alguien que se encuentra en un estado integral de conciencia. Lo estaremos viendo cada vez más en la narrativa, con la explicación de lo que es integral, comprensivo, y lo que significa realmente super holístico. Existe ya una película horrible, Invasión, una remake de Muertos vivos...

 

- ¿De qué trata?

 

- Habla acerca del siguiente nivel de conciencia. Cuando a uno de los personajes le preguntan cuál es aquel estadio, dice que ya fue estudiado por seres humanos vanguardistas, desde Maslow, pasando por Graves, hasta Wilber. Por tanto, el nuevo estadio de la conciencia es lo que explica Ken Wilber, según esta película. A raíz de esto, la gente buscará, o no, qué significa Ken Wilber en relación a los nuevos estadios de conciencia. Ese tipo de cosas irán apareciendo, a través de las personas integrales.

 

- ¿Usted vio la película?

 

- No, y probablemente no sea una buena película. De todos modos veremos este tipo de cosas en otras películas de ciencia ficción, pero también en novelas y otros géneros. Porque más y más personas están llegando a estadios integrales y producirán ese tipo de arte. Ayuda, porque evoca esos estadios en la gente que entra en contacto con el arte. Funciona a través de artefactos, algo hecho, una pieza musical, una pintura, literatura, escultura. El artefacto es moldeado por la conciencia del artista en parte conscientemente, pero también otros aspectos de la conciencia impregnarán el objeto. Luego, cuando el artefacto es apreciado por otros seres humanos, tenderá a evocar el mismo estado o estructura.

 

- ¿Algo semejante a la resonancia?

 

- Sí. Eso tiende a suceder y es lo que le da capacidad transformativa. Particularmente si uno está en el punto de inflexión de una transformación estructural, como cuando en los años 60 y 70 pasábamos de naranja a verde. Hubo un gran número de artefactos verdes durante ese período, especialmente en la música, que tuvo un rol muy fuerte, realmente impulsó a las personas, quienes empezaron a hablar del tema…

 

- Por ejemplo, Pink Floyd…

 

- Absolutamente.

 

- En cuanto a producciones recientes, ¿qué piensa acerca de Matrix?

 

- Conozco muy bien a Larry Wachowski (uno de los directores). De hecho me pueden escuchar junto al director, en la versión comentada de la película. Por tanto, sé lo que desea expresar y cuáles son sus objetivos con Matrix. Pero luego está lo que la persona promedio pudo sacar de la saga: desde la segunda parte es confusión absoluta, porque es muy compleja y poco clara. Esto, desde el momento en que en Matrix Recargado Neo va a lo de la pitonisa y le dice “tú no eres humana, verdad”. La primera Matrix es una versión más simple del Bien contra el Mal y acerca de estar mentalmente atrapado. Las máquinas son malas, y uno debiera liberarse de todo eso y Neo lo logra. Es un mito clásico. 

 

- ¿Puede explicar por qué la segunda y la tercera parte de la saga son confusas?

 

- Es que desde la segunda, las máquinas son Espíritu. Las máquinas son los buenos. Esta relectura desarma las estructuras mentales, porque en realidad el problema son los humanos que se resisten a las máquinas, no las máquinas. Es en realidad bueno el hecho de que las máquinas estén más cerca. Se vuelve muy sofisticado, muy complejo. El Espíritu se muestra de una manera en la Matrix y de otra en el “mundo real”. Pasa lo mismo con los humanos. 

 

- ¿Habló de esto con Wachowski? 

 

- Tuve esta conversación con Larry una docena de veces. Le dije “nadie entiende que las máquinas son Espíritu, Larry. Tienes que hacerlo más obvio. Estás fallando en eso”. Y él contesta “no, no”. Luego le digo que “tú y yo somos los únicos que saben que las máquinas son Espíritu. Es un promedio bastante bajo”. Ahí las máquinas representan el modo en que el Espíritu mira a los humanos cuando no aman. Este tipo de cosas son las que pueden tener un impacto transformativo. En especial las narraciones humanas que tienen un contenido más claro. Como La cabaña del tío Tom o Primavera silenciosa. Uno empieza a buscar este tipo de expresiones particularmente en momentos de transición. En los sesenta, el arte tiende a ser de naranja a verde. Surge intensamente en aquellos momentos de transición. El motivo es en parte que los artistas tienden a ser más sensibles a estos cambios y a sus estados. Puede ser que ellos sean funcionales, muchos artistas lo son. Tienen la frontera muy delgada, también por eso tienden a estar un poco loquitos, pero están constantemente recibiendo cosas. Muchos artistas sienten que son un canal, otros sienten que crean a través de la parte más elevada de ellos mismos.

 

- O ambas a la vez...

 

- Sí, y sea lo que sea, está abriéndose a percepciones más sutiles acerca de lo que ocurre. En algunos casos los artistas tienen por sí mismos contemplaciones que llegan a un estado casual no dual. Uno puede perderse y eso, lo cual implica un estado no dual que trae una comprensión espiritual no dual, moldeada según el tópico particular que la persona está trabajando. En general para eso apelamos a los artistas. Cuando damos lugar a nuestra propia dimensión artística, lo hacemos para lograr ese tipo de entendimiento. 

 

- Entonces, cuando un artista realiza arte desde particulares estados de conciencia, su producto final estará moldeado por los filtros estructurales del artista.

 

- Creo que así es. Hay una apertura al kosmos. En especial durante puntos de transición, lo cual es muy importante. Porque las nuevas estructuras fueron vertidas por primera vez en algún momento. Por lo tanto, el modo en que se plasman al inicio determinará su forma final. Y muy seguido los artistas son quienes determinan cómo se percibirá esa forma. Si lo hacen bien es muy beneficioso, pero a veces pueden hacerlo mal y resulta transformativo en un sentido dañino.

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