La Dinámica Espiral de Clare W. Graves considera que el desarrollo humano discurre a través de ocho grandes estadios generales a los que denomina memes de valor (o Vmemes). Un Vmeme es, simplemente, un estadio básico del desarrollo, que se expresa en cualquier actividad o juicio de valor. Los Vmemes no son niveles rígidos, sino olas fluidas, solapadas e interrelacionadas, que dan lugar a la compleja espiral dinámica del desarrollo de la conciencia.
Los primeros seis niveles de la conciencia son los llamados niveles de “primer grado”. A partir de ahí, tiene lugar un cambio revolucionario en la conciencia que posibilita la emergencia de los niveles propios de la conciencia de “segundo grado”. Nosotros prestaremos una atención muy especial a este salto cualitativo que conduce al hiperespacio de la conciencia de segundo grado.
Vayamos a examinar esos sistemas de valor uno a uno:
1.- Infrarojo. Arcaico-instintivo. Se trata del nivel de la supervivencia básica, un nivel en el que lo prioritario es el alimento, el agua, el calor, el sexo, la seguridad..., y en el que la supervivencia depende de los hábitos y de los instintos más básicos. La perpetuación de la vida requiere de la agrupación en hordas de supervivencia.
Los valores arcaico-instintivos se hallaban presentes en las primeras sociedades humanas, y en su forma individual, tales valores constituyen la primera capa en el desarrollo de los valores humanos. Y los encontramos dominantes, por ejemplo, en los recién nacidos, en la senectud, en los últimos estadios de quienes padecen la enfermedad de Alzheimer, muchos de los que vagabundean por las calles y las masas hambrientas, pues rigen sus valores desde esos primeros impulsos profundos y duraderos. Mas, cabe tener muy presente, que los sistemas de valor por los que se rigen las personas, son estructuras transitorias o provisionales.
Una persona adulta y sana, tiene esos impulsos de hambre, sed, apetito sexual, resguardarse del frio o calor o de las inclemencias ambientales, etc., formando estructuras duraderas de su personalidad, las cuales, al evolucionar, son trascendidas y a la vez incluidas, en una estructura duradera mayor. Aunque los sistemas de valor, basados en tales necesidades básicas, al evolucionar, trascienden y dejan atrás ese sistema de valores. O sea, que cuando el "yo" asciende por la espiral del desarrollo, por ejemplo desde el tramo infrarojo al tramo magenta, todos los elementos básicos del tramo que se deja, contunuarán ahí, aunque van a cambiar los valores. Ya no tendrás el sistema de valor infrarojo, el cual será substituido por el magenta. No se puede tener dos sistemas de valor a la vez. Desde un sistema de valores más elevado, se puede recurrir a un recurso adquirido en los niveles inferiores, como por ejemplo beber agua para calmar la sed, aunque no puedes volver a los valores de antes, los cuales abandonas al evolucionar.
2.- Magenta. Mágico. Está determinado por el pensamiento mágico-animista y por una extrema polarización entre el bien y el mal. Tales valores surgieron en la humanidad hace unos 50.000 años, y en aquellas primeras sociedades, los espíritus mágicos poblaban la tierra y a ellos había que supeditarse, apelando a todo tipo de maldiciones, bendiciones y hechizos para tratar de influir sobre los acontecimientos. Se agrupaban en tribus étnicas. Por ejemplo, el espíritu mora en los ancestros y es el que cohesiona la tribu. Los vínculos políticos están determinados por el parentesco y el linaje. Parece “holístico” pero, en realidad, es atomístico, pues, como dijo Graves: ”cada recodo del río tiene su nombre, pero el río carece de nombre”.
En este tramo del desarrollo de los valores, el sujeto se encuentra pobremente diferenciado del objeto de su pensamiento, y eso le lleva a pensar, erróneamente, que basta con desear mucho una cosa, para hacer que ocurra mágicamente. Decir que eso es erróneo, no va en contra del poder real que tiene una intención claramente sostenida, para alcanzar objetivos deseados.
Hay personas adultas, que su sistema de valor está atascado en este temprano nivel mágico, y por ejemplo, es posible que, desde esos valores, uno emprenda la meditación para resaltar la propia grandeza, satisfacer el deseo de conseguir una chica o chico, conseguir ese coche, esa casa, ese ascenso laboral, perder peso automáticamente y convertirse en una persona irresistiblemente atractiva, o imaginar que, en un abrir y cerrar de ojos, puedo renunciar a mis deseos egoicos.
Tales valores del nivel magenta, se hallan presentes en la maldición vudú, los juramentos de sangre, los encantamientos y las supersticiones mágicas de la etnia, etc. Fuertemente implantado en los asentamientos en zonas pobres, las bandas, las tribus y también en las creencias de la nueva era como el tarot y la astrología, etc. También, muy típico de este nivel es la sensación de ser muy especial, mucho más especial que la mayoría. Cabe dejar claro que cada individuo es una manifestación especial y perfecta del Espíritu, y en este sentido, los demás son tan especiales como tú. Lo cual significa aceptar que eres muy normal, en el sentido de que no dejas de ser una manifestación del Espíritu, como los demás. La especialidad egocéntrica se debe de trascender y dejar atrás si se quiere evolucionar en los valores. Otra característica de ese sistema de valores son las creencias supersticiosas. Entoces, para las personas muy supersticiosas, es bueno que reflexionen si, los rituales supersticiosos, pueden alterar el curso de las leyes de la naturaleza.
3.- Rojo. Autoprotector y poder egocéntrico. Por ejemplo, en este sistema de valores egocentrado, comienza la emergencia de un "yo" ajeno a la tribu; poderoso, impulsivo, egocéntrico y heroico. Hace unos 10.000 años que surgieron esos valores, con explicaciones del orígen y destino del mundo lleno de espíritus míticos, dragones y bestias, dioses y diosas arquetípicos, seres poderosos, fuerzas positivas y negativas que deben ser tenidas en cuenta. Más adelante, aunque desde este mismo sistema de valores, los señores feudales protegen a sus subordinados a cambio de obediencia y trabajo. El poder y la gloria eran el fundamento de los imperios feudales.
Según este sistema de valores, el mundo se presenta como una jungla llena de amenazas y predadores. Dominantes y dominados. El "yo egocentrado" campa a sus anchas. Se valora el tener poder sobre otros, y el control sobre otros.
Este sistema de valores se halla presente en el “terrible dos” (el niño terrible de dos años), el rebelde sin causa, la mentalidad fronteriza, los héroes épicos, los líderes de las bandas, los malvados de las películas de James Bond, los mercenarios, las estrellas del rock, Atila el rey de los Hunos y el Señor de las moscas, como también en los grandes navegantes y exploradores intrépidos, etc.
4. Ámbar. Orden mítico. Pertenencia. Creencias incuestionables. Este sistema de valores empezó a emerger hace unos 5.000 años. La vida tiene un sentido claro, una dirección, un objetivo y un orden impuesto por un Otro todopoderoso. Ese orden impone un código de conducta basado en principios absolutistas y rígidos acerca de “lo que está bien” y de “lo que está mal”. El acatamiento de ese código y de esas reglas se ve recompensado, mientras que su transgresión, por el contrario, tiene repercusiones muy graves y duraderas. Es el fundamento de las antiguas naciones. Jerarquías sociales rígidas y paternalistas, que sólo autorizan una forma de pensamiento. Ley y orden, control de la impulsividad a través de la culpa, creencias literales y fundamentalistas, y obediencia a una ley impuesta por un Otro, fuertemente convencional y conformista. A menudo asume un aspecto “religioso”, en el sentido “mítico-fundamentalista” del término, motivo por el cual Graves se refiere a él como nivel “santo/absolutista”, aunque también puede asumir el aspecto de un Orden o de una misión secular o atea.
Se halla presente en la América puritana, en la china confuciana, en la Inglaterra de Dickens, en los totalitarismos, en los códigos de honor de la caballería, en las obras caritativas, en el fundamentalismo religioso (tanto cristiano, como islámico, como budista, como de la religión que sea), en las “buenas obras” de los boy y las girl scouts y en el patriotismo de la “mayoría moral”, por poner unos pocos ejemplos.
Propio de este nivel de valores son las creencias a pies juntillas, el deseo de encajar en un grupo, de no sobresalir, de no ser diferente, el deseo de ser querido y de que piensen bien de mí, el conformismo, el pensar que se está en posesión de la verdad absoluta o que uno pertenece al grupo que posee tal verdad absoluta, etc.
Las condiciones del mundo van cambiando. Y van surgiendo nuevas formas de adaptación a esos cambios, van surgiendo nuevas visiones del mundo y nuevos valores. Los valores tradicionales encajaban perfectamente en una sociedad agraria con grandes religiones monoteístas, por ejemplo. Lo que pasa es que, ahora, las condiciones de nuestro mundo han cambiado mucho (varios niveles) y la brecha de desajuste crece.
5. Naranja. Logro, lógica racional. En esta ola del desarrollo de los valores, que empezó a emerger hace unos 2.500 años y especialmente hace unos 300 años con la Ilustración, el yo “escapa” de la “mentalidad del rebaño” propia del nivel anterior, y busca la verdad y el significado en términos objetivos. Desde esta perspectiva, el mundo se presenta como un mecanismo racional bien engrasado, que funciona siguiendo leyes naturales que pueden ser aprendidas, dominadas y manipuladas en propio beneficio. Orientado hacia objetivos y hacia el beneficio personal. Un fruto de esos impulsos naturales sanos (duraderos) de logro y uso de la lógica racional..., son la posible aparición de rasgos superficiales que varían en cada cultura (o características que dependen de las estructuras profundas y se pueden dar o no darse), como por ejemplo que las leyes de la ciencia gobiernen la política, la economía y las relaciones humanas (pudiendo aparecer patologías en todas esas estructuras). El mundo se presenta como una especie de tablero de ajedrez, en el que destacan los ganadores. Pueden surgir alianzas comerciales y, si no se va con cuidado, agotar los recursos de la Tierra en beneficio del propio país o ego (eso sería una patología de este nivel, que en caso de aparecer, desde este nivel no se ve la solución, y se tiene que evolucionar a los posteriores sistemas de valor). Fundamento de los estados corporativos.
Este sistema de valores se halla presente, por ejemplo, en la Ilustración, La rebelión del Atlas (la novela de Ayn Rand), Wall Street, la Costa Azul, la clase media emergente de todo el mundo, la industria cosmética, la búsqueda del éxito, el colonialismo, la guerra fría, el materialismo, el capitalismo de mercado y el liberalismo centrado en las ganancias de uno mismo, etc. Los rasgos profundas están determinados naturalmente, mientras que los rasgos superficiales son modeladas por la cultura e incluso cambian de un individuo a otro, por tanto, uno puede estar dirigido al logro y guiado por la razón (rasgo profundo de los valores naranja) y ser materialista (rasgo superficial de los valores naranja y que puede no aparecer).
El buscar la excelencia también sería uno de los rasgos profundos de este sistema de valores, por tanto, al evolucionar se debería de incluir e integrar en los recursos que se disponen.
6. Verde. El yo sensible. Centrado en la comunidad, en la relación entre los seres humanos, en las redes y en la sensibilidad ecológica. El respeto y la atención a los demás toma protagonismo. Respeto y cuidado por la tierra, Gaia y la vida. Este sistema de valores, es contrario a las jerarquías y establece vínculos y uniones laterales. El yo es permeable, afectable y relacional, y está centrado en las redes. Se hace énfasis en el diálogo, en las asambleas y en las relaciones. Fundamento de las comunidades de valor (agrupaciones libremente elegidas basadas en sentimientos compartidos). Toma de decisiones sustentada en la conciliación y el consenso (desventaja: dilación “interminable” del proceso de toma de decisiones). Atiende a una espiritualidad renovada, buscando la armonía natural y el enriquecimiento del potencial humano. Fuertemente igualitario y antijerárquico, se centra en los valores plurales, en la construcción social de la realidad, en la diversidad, el multiculturalismo y la relativización de los valores, y asume una visión del mundo habitualmente conocida como relativismo pluralista. Constituye unos valores mayormente subjetivos y centrados en el pensamiento no lineal, y alienta la cordialidad, la sensibilidad, el respeto y el cuidado por la Tierra y por todos sus habitantes.
El subjetivismo impregna los valores del nivel verde. Vayamos paso a paso; lo cierto es que el relativismo pluralista (verde), más avanzado que el absolutismo mítico (ámbar) y que la razón formal (naranja), ya que se adentra en contextos individualistas ricamente texturados, se halla teñido de un fuerte subjetivismo. Muy bien. ¿Qué significa? Significa que la visión de la verdad y la bondad está muy determinada por las preferencias individuales (con tal de que el individuo no dañe a los demás). Desde esta perspectiva, lo que es cierto para usted no necesariamente lo es para mí, puesto que lo correcto es simplemente lo que los individuos o las culturas acuerdan de un determinado momento; no existe ninguna verdad o conocimiento universal; cada persona es libre de encontrar sus propios valores, que no tienen por qué ser los mismos que los de los demás. Se trata de una postura que puede ilustrarse perfectamente con la frase “‘¡Tú ocúpate de lo tuyo, que yo lo haré de lo mío!”.
Bajo el noble disfraz del pluralismo, cada ola anterior de la existencia, sin importar cuán superficial, egocéntrica o narcisista sea, se ve alentada a “ser ella misma”, puesto que se supone que ninguna es intrínsecamente superior ni mejor que las demás. Pero si el “pluralismo” es cierto, deberíamos también invitar a los nazis y al KuKluxKlan al banquete multicultural, puesto que se supone que ninguna posición es mejor ni peor que otra y que todas deben ser tratadas del mismo modo, momento en el que quedan patentes sus contradicciones.
Así es cómo, la elevada postura evolutiva del pluralismo, producto, no lo olvidemos, de no menos de seis estadios de transformación, se vuelve y niega el mismo camino que condujo a su propia noble posición. Extiende su abrazo igualitario a cualquier postura, sin importar cuán superficial o narcisista sea. Así, cuanto más igualitaria, más proclive es a caer en la cultura del narcisismo. Y no deberían olvidar que la cultura del narcisismo es la antítesis de la cultura integral, el opuesto de un mundo en paz.
Este sistema de valores de nivel verde se halla presente en la ecología profunda, el postmodernismo, el idealismo de corte holandés, el counseling de Rogers, el sistema sanitario canadiense, la psicología humanista, la teología de la liberación, el Consejo Mundial de las Iglesias, Greenpeace, la ecopsicología, los derechos de los animales, el ecofeminismo, Foucalt/Derrida, lo políticamente correcto, los movimientos en pro de la diversidad, el movimiento LGTB, los derechos humanos y el multiculturalismo.
Otro de los rasgos del sistema de valores verde es pretender no juzgar, no comparar. Aunque, inconscientemente, desde verde, no se aceptan los valores previos, y por ende juzga a tales sistemas de valor como equivocados o menos buenos que su manera de ver el mundo. Y cae en muchas otras contradicciones, como por ejemplo, defender que se tiene que tratar igual a todo el mundo, y a la vez, como es lógico, decir que a los fascistas, por ejemplo, se les tiene que castigar. No se dan cuenta, desde los valores verde, de estar admitiendo que hay una jerarquía en donde los que no juzgan están por encima de los que juzgan. Aunque ellos mismos juzgan negativamente, y con razón, al racista o al sexista. Finalmente tienen que admitir que hay verdades absolutamente ciertas, que hay juicios acertados al 100%. Hay que admitir que juzgamos y que no es un hecho malo en sí, es más, juzgar es algo imprescindible para la vida práctica. Es imprescindible emitir juicios dentro de una escala, dentro de un ordenamiento, de juicios más veraces o menos veraces, más justos o menos justos, lo cual implica una cierta jerarquía de valores de menos a más. Admitir que el desarrollo de la conciencia es mejor que la falta de desarrollo de la conciencia, aunque cada nivel sea adecuado y bueno, dadas sus circunstancias, cada nuevo nivel es más adecuado, lleva a dilucidar que no todas las jerarquías son malas.
Cuando verde empieza a ver que las jerarquías se pueden clasificar en dos grupos, las jerarquías de dominio y las jerarquías de desarrollo. Es decir, jerarquías de opresión, como el sistema de castas indú, las jerarquías en las organizaciones criminales, etc., y, por otra parte, las jerarquías naturales, como la que conduce de las partículas subatómicas, a los átomos, de estos a las moléculas, después a las células, a los órganos, a los organismos, o sea, una jerarquía en donde cada estructura superior, trasciende e incluye a todos sus predecesores, razón por la cual, la secuencia discurre por totalidades cada vez más inclusivas, complejas y significativas. En las jerarquías naturales, los niveles más elevados no oprimen a los inferiores, sino que los incluyen. Así pues, uno de los aprendizajes más importantes que pueden hacer las personas con valores de nivel verde es a no odiar a todas las jerarquías, y a deshacerse solamente de las jerarquías de opresión (no de las naturales y de crecimiento). Y así se empieza a pasar al siguiente nivel después de verde.
Con la rectificación y superación del sistema de valores verde, la conciencia humana experimenta un salto cuántico al “pensamiento de segundo grado” al que Clare Graves se refirió como un “avance trascendental” que conduce a profundidades de significado anteriormente insondables. En esencia, la conciencia de segundo grado nos permite comprender vívidamente por vez primera la espiral completa del desarrollo. Sólo entonces es posible comprender la importancia capital de cada nivel, de cada rasgo profundo y duradero, para la salud global de toda la espiral, razón por la cual todos deben ser respetados e incluidos. La conciencia de segundo grado, dicho en pocas palabras, nos permite captar la visión de conjunto y, a partir de ese momento, el mundo aparece ante nosotros bajo una luz nueva y sorprendente.
Es muy importante entender que todos y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de acceder a todos estos rasgos profundos. En situaciones específicas, por ejemplo, puede activarse el impulso de poder típico del rojo, aunque ahora se usará ese impulso de poder desde unos valores más elevados y porque desde ahí se juzga necesario actuar poderosamente. En respuesta a situaciones concretas, puede precisar la activación clara del orden o de la estructuración jerárquica, nacidos en la estructura ámbar y desde los valores esmeralda se recurre al órden y estructuración, mas no se desciende al sistema de valores ámbar, los cuales quedaron atrás. Cuando buscamos un nuevo empleo, podemos necesitar la activación del impulso del logro narranja y, en el ámbito del matrimonio y los amigos, puede ser necesario activar el impulso de vinculación, característico del verde.
Pero ninguno de los rasgos o impulsos propios de la conciencia de primer grado (los 6 primeros niveles) puede advertir la validez de los demás sistemas de valor, cada uno de los rasgos o características de la conciencia de primer grado, cree que su visión del mundo es la única verdadera. Por ello, cuando se ve amenazado, no duda en reaccionar atacando al exterior, y utilizando para ello todos los recursos de que dispone. En particular, el sistema de valores orden-ámbar, se encuentra tan incómodo con la impulsividad roja como con el individualismo naranja. Este último, por su parte, considera que el orden ámbar es para estúpidos y que el igualitarismo verde es para timoratos y sentimentaloides. Mientras que el igualitarismo verde, por último, tiene dificultades en tolerar la excelencia, las clasificaciones jerárquicas de valor, las visiones de conjunto, las jerarquías y todo lo que parezca autoritario, y por ello tiende a atacar a los valores ámbar y naranja, y a cualquier nivel posterior a verde. Dicho en pocas palabras, los valores propios de la conciencia de primer grado (de infrarojo a verde) se oponen a la emergencia de la paz en la guerra de sistemas de valor.
Todo esto empieza a cambiar con la emergencia del pensamiento de segundo grado que empieza en el nivel esmeralda. La conciencia de segundo grado es plenamente consciente de la existencia de estadios interiores del desarrollo y, en consecuencia, es capaz de dar una paso atrás y de aprehender la visión de conjunto, lo que permite advertir el necesario papel que desempeñan los distintos rasgos y las distintas características que defienden cada sistema de valores. La conciencia de segundo grado no sólo tiene en cuenta su determinado sistema de valores, sino que empatiza con toda la espiral completa del desarrollo que le precede. Por ello, con la aparición de la conciencia de segundo grado, el mundo empieza a tener sentido, a unificarse y a presentarse, por vez primera, como una totalidad conjuntada y orquestrada holísticamente. La visión proporcionada por la conciencia de segundo grado permite atisbar en el horizonte la posibilidad de una paz genuina.
El sistema de valores verde, el más elevado de los sistemas de valor de la conciencia de primer grado, empieza a entender la rica diversidad y el maravilloso pluralismo de las diferentes culturas, pero el pensamiento de segundo grado va todavía un paso más allá y, al advertir los ricos contextos que vinculan estos sistemas plurales, puede integrar los diferentes sistemas en espirales holísticas y en redes integrales. Dicho en otras palabras, el pensamiento de segundo grado resulta imprescindible para pasar del relativismo al holismo o, lo que es lo mismo, del pluralismo a la integralidad. La investigación realizada por Graves señala claramente la existencia de no menos de dos grandes olas en la conciencia de segundo grado.
7. Esmeralda. Holístico, sistémico. La vida se presenta como un caleidoscopio de sistemas fluidos e interrelacionados, cuya prioridad fundamental gira en torno a la flexibilidad, la espontaneidad y la funcionalidad. Las diferencias y las pluralidades pueden integrarse en corrientes naturales interdependientes. El igualitarismo puede complementarse, cuando es necesario, con grados naturales de excelencia, distinciones y juicios cualitativos. El poder, el estado y la dependencia del grupo se ven reemplazados por el conocimiento y la idoneidad. El orden mundial prevalente es el resultado de la existencia de diferentes niveles o estratos de realidad, y de las inexorables pautas del movimiento ascendente y descendente en la espiral dinámica del desarrollo. El gobierno adecuado facilita la emergencia de identidades pertenecientes a niveles de complejidad cada vez mayor (jerarquía anidada).
En este sistema de valores, se valora mucho la cualidad de ver totalidades que a la vez son parte de algo mayor. Captar la totalidad de un sistema complejo, y ver claro que la modificación de cualquiera de sus componentes, influye en la totalidad. Los sistemas simples empiezan a vislumbrarse en el nivel naranja, y a medida que se avanza en el desarrollo, se van complejizando. En verde puedes ver que hay relaciones muy claras entre diferentes sistemas, es decir, puedes ver sistemas de sistemas. Y en esmeralda puedes ver sistemas de sistemas de sistemas (o simplemente sistemas complejos). Por ejemplo, ver la relación clara entre el sistema de los valores sociales, con el sistema ecológico, y con el sistema económico, por ejemplo. Y esa capacidad cognitiva afecta en los valores.
En el nivel esmeralda "hay un objetivo, un fin a conseguir (rasgo profundo que empezó a tomar protagonismo en el nivel naranja), pero con métodos integradores (rasgos integrados del verde) y con un orden funcional (que empezó a forjarse en ámbar) si así se requiere. No persigue el objetivo a toda costa, como el naranja; no está dispuesto a dejar de lado el objetivo en función de un consenso, como el verde; no acepta reglas rígidas como el ámbar, y, sin embargo, utilizará sus herramientas pragmáticamente cada vez que le resulte funcional, preocupándose siempre de no dañar a las personas con sus decisiones o acciones.
8. Turquesa. Integral. Aquí quizás tengas un hambre mayor de totalidad, y quieras saber qué es lo que lo mantiene todo unido, querrás descubrir la pauta que conecta, anhelarás entregar tu vida a La Gran Vida, fundirte con el Cosmos psicofísico. Vislumbras olas de energías integradoras; se une el sentimiento y el conocimiento, la emoción y el pensamiento, el cuerpo y la mente; múltiples niveles interrelacionados en un metasistema; fundamento de la totalidad extensa. Orden universal consciente y vivo, que no se basa en reglas externas (ámbar) ni en los lazos grupales (verde). Tanto teórica como prácticamente, es posible una “gran unificación”, es decir, una visión de conjunto. Hay ocasiones en las que se desencadena la emergencia de una nueva espiritualidad que engloba la totalidad de la existencia. El pensamiento turquesa es plenamente integral y se sirve de todos los niveles de la espiral del desarrollo, advierte la interacción existente entre múltiples niveles y detecta los armónicos, y los estados de flujo que impregnan cualquier organismo.
Aquí se valoran los sistemas de sistemas de sistemas de sistemas complejos evolutivos, los juicios ordenados en escalas de valores, las jerarquías de desarrollo y naturales. Tal vez en tu mente tengas un poco de idea de como se desarrolla la dimensión cognitiva, o la dimensión emocional, o como fue el desarrollo filogenético de las especies... Tal vez tengas una cosa bien clara: que la evolución va de lo más simple a lo más complejo, de lo más fundamental a lo más significativo, de más egocéntrico a menos egocéntrico. Aunque también se advierte claramente que la realidad no es igual a esas teorías y esquemas evolutivos o explicativos. Por tanto no debemos confundir la realidad con el mapa de esa realidad. Tales mapas, aunque avalados por pruebas científicas contundentes, son solamente aproximaciones a la realidad. Aunque cabe darse cuenta de que siempre utilizamos mapas para interpretar la realidad, y la mayoría de las veces son mapas inconscientes, ocultos. Y es aquí, en el nivel turquesa, donde nos damos cuenta de que todo eso son constructos o construcciones mentales en los cuales co-participo en su emergencia o enacción. Aquí descubres que toda verdad de como es la realidad, no se nos es simplemente dada, sino que es co-construida entre quien interpreta y lo interpretado. Y eso no significa que no haya una verdad real, sino que la mentalidad y cultura del conocedor son parte del conocer. Y cada nivel de consciencia co-construye un mundo diferente, y si ves eso claramente, te exigirá la inclusión de todas las maneras sanas de ver el mundo que hayan surgido durante el desarrollo histórico. Además, la consciencia de esas construcciones trastoca los cimientos de los valores, y uno decide participar activamente en la co-creación de la cultura y la sociedad, participando activamente en las redes de interacciones. Uno deja de vivir en un mundo en el cual simplemente experimenta cosas, y en cambio, se profundiza la conciencia, y todo un mundo distinto emerge de los nuevos constructos en que, conscientemente y activamente, participo en su creación. Te conviertes en un instrumento vivo creador de cultura y tejido social, materializando y encarnando nuevas formas de relación.
Por otra parte, desde turquesa empiezas a vislumbrar que hay una cantidad enorme de sistemas hacia arriba y hacia abajo, o sea, desde sistemas de partículas y energías subatómicas, abajo del todo de la evolución, a sistemas sociales complejos. Y cada uno de esos sistemas, puede ser visto como una totalidad, y a la vez puede ser visto como parte de un sistema mayor. Entonces tenemos que todas las cosas son, al mismo tiempo, una totalidad, que se puede descomponer en partes, y cada una de esas partes es una totalidad... y que todas las cosas son parte de un sistema mayor. Es decir, que todas las cosas son un holón, que significa que todo puede ser visto como una totalidad y a la vez como una parte de algo mayor. Esa es la naturaleza holónica de todas las cosas, la cual valora mucho la persona que está en el sistema de valores esmeralda. Un átomo puede ser visto como una totalidad en sí, también como parte de los componentes de una molécula, y que se puede descomponer en partículas subatómicas. El despliegue holónico hacia arriba y hacia abajo es infinito. Y todo eso implica un orden, de más fundamental a más complejo. Estos ordenamientos de holones (holoarquías) están por doquier, pues incluso una palabra es un holón que se puede descomponer en letras y que a su vez puede formar parte de una frase.
Aquí se ve claro que todo lo inferior está en lo superior, aunque no todo lo superior está en lo inferior. Los átomos están contenidos en la molécula, aunque los átomos no contienen moléculas. Puedes ver las bellotas de la encina, aunque la encina en la bellota sólo es un potencial. Por mucho que estudies el ADN de una bellota, no verás encinas en su interior si no la plantas y germina. Y ese potencial futuro puede desplegarse, o no. Así que, el universo no es holográfico, sino holoárquico, lo superior contiene lo inferior, aunque lo inferior todavía no ha desarrollado su potencial futuro. Una posibilidad todavía no es una realidad. En nuestro mundo podría no haber guerras o hambre, aunque por ahora sí que hay.
La emergencia del pensamiento de segundo grado (esmeralda y turquesa) debe vencer la resistencia que le ofrece el pensamiento de primer grado (desde infrarrojo a verde). De hecho, existe una versión del sistema de valores verde postmoderno (abiertamente pluralista y relativista), que se muestra francamente reticente a la emergencia de un pensamiento más integrador y holístico. Pero Graves señala que, sin el pensamiento de segundo grado, la humanidad está condenada a seguir siendo la víctima de una especie de “enfermedad global del sistema inmunitario” que enfrenta a los distintos sistemas de valor en una lucha por el poder.
Los sistemas de valor de primer grado suelen resistirse a la emergencia de los de segundo grado. Así, por ejemplo, el materialismo científico (naranja), es violentamente reduccionista con las ideas de segundo grado; el fundamentalismo religioso (ámbar) suele sentirse muy a disgusto con el pensamiento de segundo grado, porque lo ve como un esfuerzo por derribar su orden establecido; el egocentrismo (rojo) ignora por completo el pensamiento de segundo grado; la magia (púrpura) lo maldice, y verde, por último, acusa a la conciencia de segundo grado de ser autoritaria, rígidamente jerárquica, patriarcal, opresiva, marginalizadora, racista y sexista.
Cabe decir que en un mismo estadio de los sistemas de valor, pueden ubicarse ideologías distintas que incluso chocan entre sí.
Varios estadios pueden cohabitar en una misma persona, según los dominios. Por ejemplo, ámbar en el ámbito doméstico y naranja en el trabajo. Uno no se sitúa en un único nivel estanco, sino que se sitúa en un tramo de probabilidad que puede abarcar hasta dos niveles por encima y por debajo de su centro de gravedad. No podemos juzgar a una persona como siendo de un color (tal persona es verde, o naranja o turquesa), porque en realidad todos somos como una nube de probabilidad que abarca diversos colores.
Para Wilber, las características o rasgos principales de cada nivel, se podrían ver como líneas de desarrollo en sí mismas. El impulso de comer (infrarojo), sexo (magenta), poder (rojo), orden (ámbar), etc., siguen desplegándose en niveles todavía más elevados, y comenzaron su desarrollo en niveles muy tempranos. Es decir, el poder es uno de los grandes protagonistas en el tramo evolutivo rojo de la dimensión de los valores, aunque en todos los niveles encontramos ese impulso.
Los rasgos distintivos de cada estructura suelen tener expresiones y niveles de desarrollo inferiores y superiores y en cada uno de esos niveles pueden aparecer sus patologías. Es decir, puede originarse una patología con el poder en turquesa, pues aunque sea un rasgo muy importante de rojo, no es exclusivo de rojo.