El desarrollo moral según Piaget, Kohlberg y Gilligan

 

 

La moral, según Piaget es “un sistema de reglas y la esencia de cualquier moralidad hay que buscarla en el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas.”

 

La pregunta inicial del psicólogo ginebrino es: ¿cómo llega la conciencia al respeto de esas reglas?

 

Desde el punto de vista de la práctica de las reglas Piaget (1932/1983) distinguió cuatro estadios, un primer estadio es motor o individual, en donde el niño establece esquemas más o menos ritualizados, los cuales al ser obra de un solo individuo, no pueden provocar sumisión a algo superior al yo, sumisión que caracteriza la aparición de las reglas. El juego es individualizado, sólo hay reglas motrices y no existen aún reglas colectivas propiamente dichas. 

 

El segundo estadio es el egocéntrico, donde se da una primacía de la realidad psíquica interna y una indiferenciacion entre el mundo exterior y el yo, se da entre los dos y cinco años. Inicia cuando el niño recibe del exterior el ejemplo de las reglas, el niño juega bien solo o bien con otros niños, pero sin preocuparse por dominar sobre ellos, de modo que pueden ganar todos. Esta conducta mixta es la que caracteriza este egocentrismo, de un lado el niño siente la necesidad de jugar como los demás, pero de otra parte no busca utilizar sus adquisiciones sino para sí mismo. Este estadio tiene su fundamento en la relación entre el niño y el adulto, en la cual el pensamiento del niño queda aislado, creyendo compartir el punto de vista de todo el mundo, cuando lo que en realidad acontece es que permanece encerrado en su propia óptica.

 

Entre los siete u ocho años se desarrolla la necesidad de un acuerdo mutuo en el juego, aparece el tercer estadio de la cooperación naciente, donde cada jugador busca dominar a sus vecinos, para ello intenta controlarlos y unificar las reglas, es decir se busca luchar por ganar, pero observando reglas comunes. Piaget caracteriza este momento señalando que: “De este modo el placer específico del juego deja de ser muscular y egocéntrico para convertirse en social” (p. 34) Pese a lo anterior los niños aún no conocen el detalle de las reglas. 

 

Finalmente, Piaget establece un cuarto estadio de la codificación de las reglas, entre los 10 y 12 años, donde las partidas son reguladas de manera exhaustiva y las reglas son respetadas sin excepciones (Rubio, 1989). Los niños además de entenderse y cooperar, poseen un código, desde el cual discuten creando, también, una jurisprudencia, de tal manera que pueden legislar el conjunto de casos posibles. Todo esto se da en virtud a que los niños han conseguido razonar formalmente, han adquirido conciencia de las reglas por lo cual pueden generalizarlas a cualquier caso. El interés predominante es por la regla como tal.

 

 

 

Los estadios morales propuestos por Kohlberg se agrupan en tres niveles: el nivel preconvencional (Estadios 1 y 2), nivel convencional (Estadios 3 y 4) y nivel postconvencional (Estadios 5 y 6). 

 

En el nivel preconvencional el individuo no entiende ni mantiene las normas sociales convencionales, mientras que el convencional está en conformidad y mantenimiento de las normas y expectativas y acuerdos de la sociedad o autoridad por el simple hecho de que emanan de la misma sociedad por medio de acuerdos. El postconvencional entiende y acepta las normas de la sociedad, sin embargo el ser capaz de esta aceptación se fundamenta en conocer los principios generales que subyacen a las reglas, en conflictos entre las normas y los principios, el individuo postconvencional opta por el principio. Dentro de cada nivel hay dos estadios, el segundo estadio de cada nivel se constituye en la forma más avanzada y organizada de la perspectiva general de cada nivel. 

 

El nivel I es preconvencional, el valor moral descansa en acontecimientos externos cuasifísicos, en los malos actos o en necesidades cuasifísicas más que en las personas y estándares. Su razonamiento moral se basa en el nivel preoperatorio o de las operaciones concretas del desarrollo cognitivo (Hersch, Reimer y Paolitto, 1984). Este nivel comprende el Estadio 1 y el Estadio 2.

 

El Estadio 1 se caracteriza por una perspectiva de realismo moral, donde la bondad y la maldad de una acción se aprecian como una característica propia, real del acto, así como la textura es un rasgo de un objeto. El castigo permite reconocer una mala acción, no se tienen en cuenta criterios como el mérito o la intención al juzgar una acción. Las reglas y atributos morales se siguen al pie de la letra y con un sentido absoluto. 

 

En el Estadio 2 del nivel preconvencional, del invidualismo, finalidad instrumental e intercambio, lo que esta bien es seguir las normas sólo cuando es de interés inmediato de alguien, la acción busca los propios intereses y necesidades, se considera que los demás buscan lo mismo. Lo correcto es lo justo, entendido como el producto de acuerdos o intercambios. La razón para la acción correcta es el servir a las necesidades e intereses propios así como los demás persiguen los propios. 

 

El Estadio 2 tiene una perspectiva individualista concreta, se tiene presente que cada individuo persigue sus intereses y que estos intereses pueden entrar en conflicto, como cada uno busca lo suyo se tiene una mirada pragmática: maximizar la satisfacción de sus necesidades y reducir las consecuencias negativas. Se supone que cada uno tiene una perspectiva pragmática, por lo cual existe un intercambio instrumental que permiten que se puedan coordinar las acciones en beneficio propio. Se considera que personas diferentes pueden tener distintas justificaciones, e igualmente válidas, en sus reclamos a la justicia, por lo cual se desarrolla una relatividad moral. Se logra reconocer más de una óptica en la situación moral. Lo moralmente bueno es relativo a la circunstancia y a la perspectiva de cada individuo.

 

El nivel II es convencional, el valor moral reside en interpretar roles buenos o correctos, y en mantener el orden y las expectativas de los demás. Se basa por lo menos en las primeras operaciones formales (Hersch, Reimer y Paolitto, 1984). Este nivel comprende el Estadio 3 y el Estadio 4.

 

El estadio 3, es el de las mutuas expectativas interpersonales, relaciones y conformidad personal. Lo que está bien es vivir en la forma en que las personas del alrededor esperan de uno, o lo que se espera de acuerdo al rol, de padre, hijo, hermano, amigo. El ser bueno es tener buenas intenciones, preocupándose por los demás, así como conservar relaciones de gratitud, lealtad y confianza. La razón para la acción correcta es la necesidad de ser una buena persona ante sí mismo y ante los demás, cuidar de otros. La perspectiva social es del individuo en relación con otros individuos, se tiene la conciencia de que los sentimientos compartidos están por encima de los propios intereses. 

 

En el Estadio 3 las distintas perspectivas de los individuos se coordinan en la perspectiva de una tercera persona, que se expresa en un cuerpo de normas morales compartidas, según el cual deben convivir los individuos. Tales normas se generalizan a través de personas o situaciones particulares. La norma integra las diversas perspectivas que se han reconocido, permiten llegar a un acuerdo social sobre lo que es un buen representante de un rol. Se pueden reconocer los buenos y los malos motivos. Una persona, dentro de este Estadio procura mantener la aprobación social, así como la confianza personal. Se considera, como operación de justicia modelo, la regla de Oro, o hacer a los demás justo aquello que se desea que hagan con uno, esto implica, a nivel lógico coordinación de operaciones inversas y recíprocas.

 

En el estadio 4 del nivel convencional, del sistema social y conciencia, lo que está bien es cumplir las obligaciones acordadas, está bien aportar al grupo, a la institución y a la sociedad, las leyes deben mantenerse en casos extremos. Las razones para actuar correctamente son mantener la institución o el grupo funcionando como un todo, para evitar el colapso del sistema, existe un imperativo de conciencia para llevar a cabo las obligaciones impuestas por uno mismo. La perspectiva social en este estadio permite distinguir entre el punto de vista de la sociedad y los motivos o acuerdos personales, se conserva el punto de vista de la sociedad, así como los roles y normas que ésta impone. 

 

El Estadio 4 permite que el individuo tome la perspectiva de un miembro de la sociedad generalizado, la cual se basa en una concepción del sistema social como un conjunto de códigos y procedimientos coherentes y consistentes que se aplican de manera imparcial a todos los integrantes, sin importar sus limitaciones o ventajas en su posición dentro de la sociedad. Las normas compartidas de manera formal en el Estadio 3 se formalizan a fin de conservar la imparcialidad y la consistencia. La estructura social busca mediar intereses en conflicto, incluso entre ocupantes de un buen rol. La perspectiva que se toma es, generalmente, la de un sistema legal, social o religioso que se hallan institucionalizados en prácticas y leyes. Los juicios morales se hacen en referencia a instituciones y sistemas, ya sean legales y sociales o instituciones morales. 

 

El nivel III es postconvencional, el valor moral descansa en la conformidad del yo con estándares, derechos o deberes compartidos o compartibles. Este nivel emplea las operaciones formales avanzadas o consolidadas. Este nivel comprende el Estadio 5 y el Estadio 6.

 

El estadio 5, es el del contrato social o utilidad y derechos individuales. Lo que está bien es ser consciente de que las personas tienen valores y criterios diversos, la mayoría de estas normas y valores son relativos al grupo. Tales normas y valores deberían mantenerse en interés de la imparcialidad, y porque son de acuerdo social. Ciertos valores no relativos, como lo son la libertad y el valor de la vida, deben conservarse en cualquier sociedad. La razón para el actuar recto es un sentido de obligatorio hay la ley debido al contrato social que se ha hecho al estar en sociedad, para el bienestar de todos se debe ser fiel a la ley y proteger los derechos humanos. La máxima es el cálculo racional de utilidad o el mayor bien para el mayor número, esta es la perspectiva utilitarista. La perspectiva social del individuo es anterior a la sociedad, Kohlberg la define como la:

 

Perspectiva de una conciencia individual racional de los valores y derechos anteriores a los contratos y compromisos sociales. Integra perspectivas por mecanismos formales de acuerdo, contrato, imparcialidad objetiva y debido proceso. Considera los puntos de vista legal y moral: reconoce que a veces entran en conflicto y encuentra dificultad en integrarlos. La validez de las leyes y sistemas sociales está sujeta a evaluación de acuerdo al grado en que se conservan y protegen los valores y derechos fundamentales. El sistema social es concebido como un contrato, aceptado, de manera libre, por los individuos para preservar los derechos y promover el bienestar. La sociedad se concibe como inspirada y fundamentada en la cooperación y el acuerdo social. Pueden existir dos orientaciones, o bien la de los derechos, que considera a ciertos derechos como inviolables por parte de la sociedad aun cuando estén en contra de leyes o códigos de la sociedad; o bien la orientación de bienestar social que evalúa de acuerdo a las consecuencias a largo plazo para el bienestar de cada persona o grupo. 

 

En el estadio 6 del nivel postconvencional, de los principios éticos universales, lo que está bien es seguir los principios éticos que el mismo individuo ha escogido, los principios son los que dan validez a las leyes particulares o los pactos sociales, si existen conflictos entre leyes y principios el individuo postconvencional opta por estos sobre aquellos. Los principios son principios universales de justicia, entendidos como la igualdad de los derechos humanos y el respeto de la dignidad de los seres humanos como seres individuales. 

 

Los principios generales del Estadio 6 pueden ser uno o varios. Los principios únicos incorporan el principio de la justicia o el respeto por la personalidad o dignidad humanas y el principio de utilidad o benevolencia: actuar para maximizar el bienestar de los individuos y la actitud de cuidado universal. Los múltiples principios de justicia incluyen el principio de máxima calidad de vida para todos, la máxima libertad acorde con la libertad de otros, la equidad o justicia en la distribución de bienes y el respeto. Tales principios son expresables o bien, en el lenguaje de los derechos humanos, o bien en el lenguaje de cuidados y responsabilidad hacia los congéneres.

 

Para Kohlberg la razón para obrar correctamente en el estadio seis es la creencia, como persona racional en la validez de los principios morales universales y un sentido de compromiso hacia los mismos. La perspectiva social de un individuo de estadio seis es moral, de la cual se desprenden los acuerdos sociales. El Estadio 6 se basa en un proceso de toma de rol ideal o “sillas musicales morales” en el que cada persona en su mente cambia su lugar con cada una de las personas del dilema antes de definir su propia posición. La óptica está enmarcada por al convicción de que las personas son fines en sí mismas y merecen un trato de acuerdo a esto. 

 

En el Estadio 6 el individuo posee la perspectiva sociomoral del “punto de vista moral”, es un punto de vista que, de manera ideal, todos los individuos deberían considerar para con otros como seres humanos libres y autónomos. Este punto de vista implica una consideración igual por los intereses y puntos de vistas de las personas involucradas en una decisión moral. Esta toma de rol se gobierna mediante procedimientos diseñados para asegurar la justicia, la imparcialidad y la reversibilidad en la toma de rol. 

 

Tales procedimientos se formalizan de cuatro maneras: una formalización es la posición original de libertad e igualdad en la cual se hace una opción o escogencia bajo un “velo de ignorancia” en la que el selector no conoce qué individuo de la situación o de la sociedad uno va a ser, de tal manera que “nadie esté colocado en una posición ventajosa o desventajosa por la fortuna natural o por las circunstancias sociales”. Desde esta posición original se pretende derivar de ella los principios de justicia, a partir de un proceso de construcción, es decir el individuo debe seleccionar un principio o política con la que se podría vivir mejor dentro de una postura que incluye, sobretodo, la posición de las personas menos favorecidas. 

 

Una segunda formalización es la ya descrita “sillas musicales morales”, donde se puede tomar cualquier punto de vista o perspectiva dentro de un dilema moral propuesto. 

 

Una tercera formalización es el énfasis en el diálogo, donde se tienen en cuenta a todos los participantes, y se tendrá por correcta una solución que sea aceptada por todos, pues, como afirma Habermas (1985) “sólo se pueden pretender validez las normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes de un discurso práctico”. 

 

Una cuarta formalización es la de considerar las preferencias bajo la condición de tener una igual probabilidad de ser cualquiera de los individuos involucrados en cierta situación o sociedad. 

 

La posición de Estadio 6 se manifiesta en la consideración de todos los puntos de vista, los cuales se equilibran a fin de dar una solución ideal, también se efectúan declaraciones de valía, importancia, dignidad o igualdad de cada ser humano, que se expresan en una actitud de respeto y cuidado por las personas como fines en sí mismas, no sólo como medios para alcanzar otros valores. También el individuo de Estadio 6 utiliza criterios de universabilidad, es decir, el individuo se pregunta si le gustaría que alguien en su lugar (o en cualquier otro) escogiera la forma que él mismo ha escogido. La persona de Estadio 6 también justifica sus decisiones con base en uno o más principios generales, estos principios son prescripciones positivas, son diferentes de las reglas y derechos y no son proscripciones negativas, al estilo de no matarás o no robarás; los principios también se aplican a todas las personas y situaciones. 

 

Kohlberg advierte sin embargo que aunque filosófica y psicológicamente es viable la hipótesis y el postulado de un sexto estadio, los datos longitudinales no le han dado evidencia para verificar la hipótesis de sexto estadio o para construir una descripción detallada que permita identificar, de manera confiable, el Estadio 6, aunque esto no basta para: “abandonar la teoría del Estadio 6 como un punto final ideal para la reconstrucción racional de los estadios de justicia ontogenéticos”. La parte demostrable de la teoría es el Estadio 5, y se reconoce en este estadio la base o potencial para evolucionar a una estructura postconvencional de principios racionales y derechos universales. 

 

La descripción de los niveles morales permite apreciar ciertas diferencias relevantes en cuanto a la perspectiva social, o punto de vista que el individuo adopta al definir los hechos sociales y valores sociomorales. Frente al nivel preconvencional el nivel convencional presenta un interés por la aprobación social, así como por la lealtad de las personas, los grupos y las autoridades y el bienestar de otros y la sociedad. Lo que hace un individuo convencional es someter las necesidades y deseos de la persona singular a los del grupo. 

 

La persona postconvencional regresa al punto de vista del individuo sobre el de los miembros de la sociedad, es universal pues adopta la óptica de “cualquier individuo moral racional”. Como miembro de la sociedad puede cuestionar y redefinir su propia perspectiva de integrante del colectivo social. Una ley o valor debe ser tal que posibilite que cualquier individuo razonable se vincule con ellos sin importar su rol, circunstancia o contexto, y es desde ésta perspectiva que la sociedad y sus prácticas pueden juzgarse.

 

Es importante recalcar que en la perspectiva de Kohlberg el segundo estadio de cada nivel completa el desarrollo de la perspectiva social iniciado en el primer estadio del nivel. En el Estadio 1 la perspectiva social es la del individuo concreto, el giro del Estadio 2 es la conciencia que se va dando en la persona de un cierto número de individuos, y reconoce que cada uno posee su propia óptica. En el Estadio 2, dice Kohlberg: “para servir a mis propios intereses anticipo la reacción de la otra persona, tanto negativa como positiva, y la otra persona se anticipa a mi reacción”. 

 

La perspectiva social del Estadio 3 considera las cosas desde el punto de vista de las relaciones compartidas entre dos o más personas, como por ejemplo, relaciones de confianza, cuidado, entre otras, su perspectiva no es tanto la de totalidades institucionales, la cual es asumida efectivamente en el Estadio 4, donde el individuo es un miembro de la sociedad, del “sistema”. La orientación social del Estadio 5 diferencia entre lo moral y lo legal, sin embargo tiene dificultad en definir una perspectiva moral independiente de los derechos legales contractuales. En el Estadio 6 los principios universales éticos de la justicia definen la obligación. 

 

Además de los seis estadios propuestos, Kohlberg postula un hipotético Estadio 7, que incluye orientaciones éticas y religiosas, orientaciones que son más amplias en extensión que la orientación de justicia a la que los estadios duros se orientan. Un individuo de Estadio 7 responde a asuntos éticos y religiosos apelando a la construcción de un sentido de la identidad o unidad con la vida, con el hecho de ser o con apelación a un ser trascendente. La persona sería capaz de responder a preguntas metaéticas sobre el por qué ser moral, o justo en un mundo injusto, fundamentándose en perspectivas cósmicas teístas, panteístas o agnósticas, preguntas a las cuales una lógica racional de la justicia no puede dar respuestas. 

 

El desarrollo del Estadio 7 culmina en un sentido sintético de participación e identidad con un orden cósmico (superando el desarrollo dualista del razonamiento de justicia, basado en la diferenciación entre el yo y el otro), donde el yo se concibe como un integrante de éste orden y su significado y como dependiente de éste mismo orden. Los principios morales se entienden como “principios de justicia que están en armonía con leyes más amplias que regulan la evolución de la naturaleza humana y el orden cósmico”. 

 

Estos estadios descritos son verdaderos en dos sentidos, por un lado, las definiciones de estadios se hallan fundamentadas por el criterio empírico de estadio: dice Kohlberg: 

 

Se pueden conceptuar muchos posibles estadios pero solo un conjunto de estadios puede manifestarse como una secuencia longitudinal invariante. Lo que decimos es que cualquiera que hubiera entrevistado a niños sobre dilemas morales y que los hubiera seguido longitudinalmente en el tiempo, llegaría a nuestros estadios y no a otros. 

 

 

 

 

El Desarrollo moral desde la ética del cuidado de Carol Gilligan. 

 

Carol Gilligan aparece como la fundadora del feminismo de la diferencia, su principal tesis es que las mujeres tienen diferentes tendencias psicológicas y morales que los hombres. 

 

Gilligan considera que detrás de la psicología del desarrollo existen voces masculinas y femeninas, dos modos de pensamiento a la hora de enfrentar los problemas de la vida y al momento de decidir y actuar, sin embargo el reconocimiento e interpretación de estas voces puede ser diferente dependiendo de la posición del observador, si el observador es una mujer la óptica es diferente. Su trabajo en desarrollo moral buscó, sobre todo, conectar los conceptos del ego y la moral, así como la narrativa que involucraban experiencias de conflicto y elección con el fin de marcar las diferencias existentes en la psicología femenina respecto de lo que la tradición les ha reconocido. Su metodología se centró en el análisis de las respuestas sobre la definición de distintos problemas morales, como por ejemplo la decisión de abortar. También Gilligan consideró la narrativa en torno a lo que para los individuos se constituía en conflictos morales, no se buscó enfocar a las personas en problemas hipotéticos para que los resolvieran. 

 

Para fundamentar su teoría, Gilligan pone su atención en los esquemas de personalidad de los sujetos, apoyándose en los trabajos de Nancy Chodorow. Ésta psicóloga neofreudiana mantiene que los procesos de separación e individuación propios del desarrollo del individuo son diferentes en hombres y mujeres. En los niños estos procesos implican llegar a ser algo diferente, separado de la madre, lo cual conlleva la represión de los rasgos de personalidad que más lo identifican con su madre. En las niñas su identidad está basada en ser distinta a la madre, pero a la vez, ser igual a ella, por lo cual se identifican con la madre como figura nutricia primaria. Estos procesos tienen consecuencias en los esquemas de personalidad de hombres y mujeres adultos, los hombres tienen un sentido de los límites del yo más fuerte, por lo que la distinción entre el Yo y el otro es bastante acentuada; las mujeres, en cambio, tienen una delimitación entre el Yo y los demás mucho más fluida, por lo que presentan una mayor tendencia a demostrar empatía y sentimientos de cuidado hacia los otros. 

 

Gilligan aplicó a un niño y a una niña de once años, el dilema hipotético de Heinz, además de plantearles dilemas reales y preguntarles por sus conceptos de yo y de moral. A partir de estos datos descubrió diferencias relevantes entre el niño y la niña, los cuales Gilligan considera característicos de las diferencias entre hombres y mujeres. Los niños consideran los dilemas morales como problemas de matemáticas con seres humanos, como una ecuación que demanda solución, mientras que el razonamiento de las niñas se centra en las relaciones existentes entre los personajes del dilema, buscan ante todo proteger las relaciones fundamentales, aprecian que el mundo está constituido por relaciones, no por personas aisladas, cuya coherencia procede no de un sistema de reglas sino de conexiones humanas. 

 

Los acuerdos dentro de un conflicto se elaboran de manera diferente, para los niños procede de sistemas de lógica y de ley, para las niñas se generan a partir de una comunicación basada en relaciones, lo que manifiesta una manera de razonar que se conserva en los adultos: Mientras que las mujeres buscan cambiar las reglas para conservar las relaciones, los hombres, aferrados a las reglas suponen las relaciones fáciles de cambiar. 

 

La moral en las niñas se entiende desde el reconocimiento de las relaciones, el valor de la comunicación. Todos estos elementos son los que caracterizan una ética del cuidado mutuo, cuya principal virtud es el carácter restaurador que tiene este cuidado, que protege el sistema de relaciones vital para todos los actores involucrados en el conflicto. Para las mujeres la esencia de la decisión moral es el ejercicio de la elección y la disposición a aceptar las responsabilidades de dicha elección. 

 

El punto fundamental de estos contrastes es que “iluminan dos visiones de moralidad que son complementarias, no secuenciales ni opuestas”.

 

La óptica femenina señala formas cada vez más diferenciadas, comprensivas y reflexivas de pensamiento y su evolución manifiesta tres perspectivas morales que refleja el desarrollo de una ética de cuidado y atención, descritas por Gilligan así: La primera busca atender al Yo para asegurar la supervivencia, las consideraciones morales emergen solamente cuando las necesidades propias están en conflicto. La moralidad en esta primera perspectiva es un asunto de sanciones impuestas al yo. Esta perspectiva va seguida de una fase de conflicto donde el enfoque inicial es denominado como egoísta, y se caracteriza por una transición entre egoísmo y responsabilidad, que refleja una definición del Yo entre los vínculos y conexiones hechas con otros. Los propios deseos y responsabilidades con otros son vistas como un conflicto entre lo que uno haría y lo de debería hacer.

 

La Segunda perspectiva, que se constituye en un paso hacia la participación social, en donde se da una nueva comprensión de la relación Yo- Otros, que se expresa en el concepto de responsabilidad que se vincula a la función maternal que trata de asegurar la atención al dependiente y al que está en condiciones menos favorables. Mientras que en la primera perspectiva la moral es asunto de sanciones impuestas por la sociedad, la segunda perspectiva el juicio moral depende de normas y expectativas compartidas, la mujer afirma su pertenencia a la sociedad mediante la asunción de valores sociales. En este enfoque lo bueno se equipara a la atención con los demás, esta perspectiva encuentra su fuerza en la capacidad femenina de dar cariño y cuidado, su limitación está en la restricción que impone a la expresión directa. En este punto surge un desequilibrio, cuando por cuidar a los demás la mujer siente que se excluye a si misma, este conflicto entre los otros y el yo conduce a una reconsideración de las relaciones, con el fin de equilibrar el auto sacrificio y el cuidado. La transición en esta perspectiva es de la bondad a la verdad, pues cuando la mujer comienza a ver que la moralidad del cuidado debe incluir cuidado de sí misma así como de los otros. La situación, intención y consecuencias de una acción son de importancia fundamental, no tanto la evaluación por parte de otros. 

 

La Tercera perspectiva mantiene su atención en las relaciones y resuelve el vínculo entre egoísmo y responsabilidad en un principio de no violencia. El cuidado se constituye en el principio del juicio que es psicológico en cuanto se ocupa de las relaciones, y da una respuesta universal en contra de la explotación y el daño. Hay un cambio de interés, se pasa de la bondad a la verdad, lo que hay detrás de este paso es que la mujer empieza a preguntarse si es egoísta o responsable, moral o inmoral, incluir sus propias necesidades dentro del marco de su cuidado y preocupación. Dice Gilligan: “la norma del juicio pasa, así, de la bondad a la verdad cuando lo moral del acto no se evalúa sobre la base de su apariencia a los ojos de los demás, sino por las realidades de su intención y consecuencia”. En este punto la mujer cuestiona los juicios morales que antes consideraba absolutos. 

 

Según lo descrito por Gilligan parece que el desarrollo moral para ambos sexos exige una integración de derechos y responsabilidades mediante el descubrimiento de la complementariedad de estas concepciones distintas. Las mujeres logran integrar derechos y responsabilidades mediante un entendimiento de la lógica psicológica de las relaciones, el reconocimiento, en los hombres, procede mediante la experiencia de la necesidad de una responsabilidad más activa al atender a otros corrige la indiferencia potencial de una moral de no interferencia y desvía la atención de la lógica a las consecuencias de la elección. Un entendimiento ético postconvencional señala en la mujer una tendencia a ver la violencia propia de la desigualdad, en los hombres evidencia las limitaciones de una concepción de justicia que es indiferente a las desigualdades de la vida. 

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